Revista Diario

Con la música a otra parte

Publicado el 05 enero 2014 por Evamric2012
CON LA MÚSICA  A OTRA PARTE

Los humanos llevamos cadenas sin saber que los eslabones se hallan sueltos.



Y cuando se acaba la Fiesta, soltamos delicadamente  la arena que metimos en un puño, y la dejamos deslizar suavemente entre los dedos. El tiempo ya se ha ido… y no obstante llenamos de arena de nuevo nuestros puños; y volveremos, aunque ya cargados de otros nosotros, y  ajenos a este yo,  que ni siquiera ya es.Toca hacer maletas y regresar, y entonces  cargando los pocos bártulos que arrastramos, recogemos también  los instantes, los metemos en la bolsa con el cepillo de dientes, soltamos de nuevo las  amarras,  y respiramos hondo. Nos llevamos en el bolsillo sólo lo justo:   una ola, una pizca de salitre, esa sonrisa que se pegó a nuestras pupilas en el bar de la esquina y a la comisura de nuestros labios como la espuma de una cerveza, y ese beso que sacaremos de paseo cuando nos falte el aire.Luego nos reiremos de todo durante un nuevo vuelo, nos reiremos por dentro, para no insultar al pasado ni al recuerdo. Bailaremos con las alas rotas tal vez,  pero abrazaremos las cosquillas,  y volveremos a regatear con el  destino, a sabiendas de que las resacas sólo son un pas de deux con la vida que no cesará de darnos pisotones mientras soñemos el baile, el cual aunque apenas acabamos de memorizar y de aprender sus pasos, ya nos reclama bailar sueltos.Siempre he soñado con el puño cerrado y el pulgar protegido, imagino que para que no se escurriera esa arena mientras dormía.El tiempo es lo único que no nos espera, y por eso, ya  te cito  de antemano, y como  en el minuto 0.35 de esta canción, en el Pont des Arts… y luego, mientras vayan desfilando los créditos de una nueva película por estrenar y en el mejor de los casos con un buen travelling… en Bodycam, volveremos a soltar la arena de nuestras manos, en un andén, en un viejo espolón por derribar porque nos impedía ver el mar, o en ese muelle donde zarparemos sin rumbo hacia una vieja América que aún no haya sido conquistada, -con las horas viejas a cuestas, pero también con las nuevas saetas que se han de clavar como esquirlas-, y en las manecillas que vuelvan loco a cualquier segundero, o en los minutos de aquellos sueños aún tendidos frente al mar, y que dejamos arrugados y adrede por planchar.
                                              
   

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