
Podía oler la carne asándose a fuego lento en el horno de leña de la cocina de la abuela, como cada día de Navidad. Ahora sí, sentía el calor del hogar.
Aquella sonrisa estaba tan llena de amor. Sintió los dedos de su abuela acariciando su rostro, como cuando era pequeña. Escucho las campanillas colgadas en la ventana.
Una voz le dijo, niña vamos a cenar, ya sabes que a la abuela no le gusta esperar.
Marijose.- Fotografía de la red.