Revista Literatura

Culpa, sólo eso.

Publicado el 27 noviembre 2009 por Chaimon
Tengo la rara sensación de que voy a escribir algo conflictivo, por la simple razón de que que está basado en un prejuicio. Con todo lo injusto que puede llegar a ser un pensamiento de esta índole, y con el riesgo que implica que vos, lector, me odies y me posiciones en un lugar que tal vez no merezca, pero es el riesgo que uno corre al darle vida a este tipo de pensamientos. Pensamientos que al compartir con amigos, con seguridad dispararía risas y miles de cosas, todas en el universo de la humorada. Pero también porque uno siempre sabe de que tipo de persona sale un comentario de esta dimensión, pero bueno, basta de justificaciones basadas en una culpa judeo-cristiana que lejos está de identificarme.
Creo.
Hoy por la mañana me dirigía a la agencia (trabajo en una agencia de publicidad) caminando por Avenida Lacroze. El fragmento que va desde Luis María Campos hasta Cabildo es muy bonito porque uno es acompañado y abrazado a la vez de unas copas de árboles muy tupidos, frondosos. Esas calles son como en subida hacia Cabildo, lo que me hace creer cuando las camino que estoy viviendo en un lugar diferente a Buenos Aires. Pero esas son ideas mías.
Días gris pero lindo y no muy caluroso. Una brisa bonita y poco invasiva.
La amenaza de una lluvia que, de precipitar, la imagino muy finita y apenas pasándose de garúa. Una sensación y un aroma de lluvia que la siento en el cuerpo mucho más de promesa que de amenaza. Yo levanto la mirada y mi cabeza un poco deseándola, otro poco buscándola.
Bajo apenas mi cuello y muevo mi mirada hacia el lado derecho de mis ojos y veo pasar al lado un hombre de unos 40 años con una camisa a rayas gruesas amarillas y rojas y otras rayas muy finitas grises intercaladas siempre entre esos dos colores. La camisa le llegaba muy por debajo de la línea de su cintura y era por lo menos tres talles más grandes de lo que le correspondería.
Un Jean de un color azul poco definido, no gastado sino poco definido, que se notaba estaba sujetado con un cinturón, porque le marcaba unas pinzas raras y largas. Un Jean también tres o cuatros tallas más grande.
Unas zapatillas con una plataforma tan alta que cualquier astronauta de la NASA envidiaría. Desproporcionadas. Feas. Coloridas pero en un tono gris que las cubría.
Su pelo estaba peinado para atrás, corto pero peinado para atrás. Creando una especie de casco capilar protector vaya uno a saber de qué...y si bien no estaba parados a lo punk se notaban erizados o frizzé.
Pero el detalle que hizo que me den ganas de escribir esta historia miserable y hablo de mí, no de este hombre, es que llevaba en su mano izquierda una bolsa de ZARA pequeña que sería de 30 X 50 y en su interior un paraguas cerradito con su respectivo forro.
Logré estirar mi cabeza para ver que más llevaba dentro y no había absolutamente nada. Nada de nada; sólo este paraguas prolijamente guardado.
Este ser humano no llevaba nada más consigo; ni un bolso, ni cartera, ni llavero colgando, ni mochila, nada. Solamente su bolsita de ZARA con el paraguas y una postura corporal de hombros caídos y joroba incipiente que me hizo pensar, y aquí me expongo a sus juicios, que tenía severos y irreversibles problemas sexuales.
Perdón.
Tres padrenuestros y cinco ave maría.

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