Revista Diario

Daniela

Publicado el 16 enero 2014 por Anabel

DANIELA

Foto extraída de Photopin


     Daniela resopla, acaba de sentarse en el banco de hierro negro, tiene la cara roja y manchada.
     -¡Agua, quiero agua!
     -Espera un momentito que estoy hablando.
     Se mira las manos un instantes y mueve los pies delante y detrás. Las zapatillas de deporte con velcro están rozadas en la punta y sus vaqueros tienen ese tono marrón terroso, propio de una tarde de juegos, que suele desesperar a las madres, al menos, a la suya.
     Mueve de nuevo los pies, delate y detrás. Los columpia varias veces, los cruza y descruza. Encoje los dedos dentro del calzado.
     -¡Quiero, agua!
     Su madre la mira con gesto serio. Lleva la mano a la mochila y saca una botella de plástico que pone su nombre en rojo, tiene dibujado un corazón y una mariposa.
     -¿Cómo se pide?...
     -Por favor -dice conteniendo las palabras y modulando su voz infantil- ¿me das el agua?
     Coge la coge con fuerza y se la mete en la boca, a pecho. Inicia y detiene el proceso dos veces mas, hasta que se da por saciada. Entonces tapa la botella y seca la boca sucia y mojada con la manga de la camiseta, pasando la zona del antebrazo con fuerza para que arrastre todo.
     Antes de que nadie pueda decirle algo salta del banco, se ajusta la coleta y echa a correr al parque de arena, donde la esperan para seguir haciendo tartas de tierra. Y es que, digan lo que digan, jugar es una cosa muy seria.

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