Revista Literatura

De revisionismos y censuras

Publicado el 20 marzo 2023 por David Rubio Sánchez
DE REVISIONISMOS Y CENSURASHace unas semanas el sello Puffin Books (perteneciente a Penguin Random House), titular de los derechos editoriales de Roald Dahl en su versión original, anunciaba su intención de modificar parcialmente las obras del autor. Adaptar su redacción a la sensibilidad contemporánea, hacerlas más inclusivas, a efectos de asegurar ─decían─ que pudieran continuar siendo disfrutadas por todos. Así, las protagonistas de Las Brujas no pondrán ya a los niños a dieta, por ejemplo, y el personaje de la cajera de supermercado será sustituido por el de una científica de alto nivel, Matilda no leerá a Conrad, Hemingway o Kipling sino a Jane Austen y Steinbeck y las malvadas tías de James y el melocotón gigante perderán de repente su condición de gordas. Adjetivos como "feo", "gordo" o "negro" desaparecerán en estas nuevas versiones así como cualquier referencia a salud mental, género, raza... todo aquello, en definitiva, que pudiera ser considerado hiriente u ofensivo.
DE REVISIONISMOS Y CENSURAS La editorial Santillana por su parte cuyo catálogo incluye la versión en castellano de los libros de Dahl, se ha mostrado del todo contraria a semejante revisión, defendiendo la edición original por respeto tanto al autor como a los lectores.
    Ante la polémica suscitada y el posicionamiento en contra de voces tan relevantes como la de Salman Rushdie o el propio primer ministro británico, Puffin Books manifestó luego su intención de mantener ambas versiones, la original y la retocada, dejando de ese modo la elección a criterio del lector.
    Más allá de este caso concreto (sobre el que también planea la duda de una posible estrategia editorial) y su enorme repercusión por la relevancia de la obra censurada, la cuestión que subyace como fondo es si la reescritura de cualquier obra por personas ajenas al autor, sin su consentimiento e incluso tras su fallecimiento, resulta lícita o no. Si la tiranía de lo "políticamente correcto", la sensibilidad subjetiva de un lector tipo o de una época determinada justifica una alteración que pervierte el tono del relato original, el sarcasmo, el humor, la transgresión e irreverencia que con toda intención el autor puso en su cuento. Y si aceptamos que esto es algo admisible, ¿dónde estaría el límite?, ¿habría que reescribir toda la historia de la literatura universal por no ajustarse a los cánones actuales en temas de género, raza o inclusión?, ¿serían estas obras continua y periódicamente retocadas hasta resultar irreconocibles?, ¿Shakespeare, Cervantes, Wilde, Stevenson, Dumas, Nabokov...?
    Si una editorial considera dañino u ofensivo el contenido de una u otra novela, ¿no resultaría más ético descatalogarla que degradarla con una reescritura basada únicamente en criterios sociales, al margen del autor?
    Suprimir de la literatura la crudeza o la maldad equivaldría a convertirla en un manual de buen comportamiento, algo a lo que nada habría que objetar si esa hubiera sido la intención original pero inadmisible por completo como fruto de un retoque externo que obvia tiempo y contexto.
    Junto a Dahl, James Bond, Tintín o Astérix, incluso Manolito Gafotas en España, también se han visto envueltos en situaciones similares. Y es una cuestión económica en realidad la base del problema. Herederos, inversores, plataformas de streaming..., que no renuncian al rédito económico de unas historias universales muy reconocibles y exitosas que, paradójicamente, una sensibilidad exacerbada convierte al corregirlas en otra cosa.
    La conciencia social y política, la alerta frente a actitudes misóginas o racistas, la atención hacia cualquier tipo de discriminación o injusticia (el llamado movimiento woke, nacido en Estados Unidos), algo sin duda positivo que aspira a lograr una mejor ciudadanía, más atenta e implicada, no debería caer sin embargo en tentaciones represivas que ahoguen la libertad de expresión y pretendan someter a su canon cualquier tipo de manifestación cultural, actual o pasada.
    En cualquier caso, nada impide escribir novelas, teatro o películas acordes a los tiempos, pero ¿censurar lo ya escrito?, ¿alterar los clásicos?, ¿qué pensáis?

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