Tomo el tenedor con su mano derecha y espero un instante pequeño a que se enfríe. Lo llevó despacio a su boca, lo acercó y cuando estaba punto de besar con sus labios notó que la temperatura podía llegar a quemar su delgada piel.
Alejó esa mezcla de colores increíbles que se dan cuando se mezcla zanahoria con miel y berenjenas.
Observó el tenedor como advirtiéndole, juntando sus ojos y frunciendo el ceño. Arrugó su boca llevándola hacia delante, besando el aire y dejando salir la pequeña brisa que al chocar, enfría. Repitió el movimiento con cierto temor, pero confiando que la cercanía paulatina que acontecía le advertiría un dolor, por más leve que sea.
Abrió su boca y llevó a su interior esa pequeña puja de sabores que se dejaba envolver. Se le contraía la boca, se le tensaba la mandíbula y cerraba los ojos de forma desesperada. Sus sentidos no podían creer lo que su cuerpo estaba recibiendo y quiso que nunca se acabe esa marea de gustos.
Elevó la mirada y observó que ella le estaba dedicando una sonrisa casi tímida. Sus ojos acompañaban cada movimiento del cuerpo y el tenedor de ella había quedado suspendido en el aire.
Se levantó, lo tomó con sus brazos y lo rodeó con ellos, lo apretó contra su pecho y le contó que lo amaba.