“Van sembrando oraciones en el filo de las balas, y en las dunas se sumergen las huellas recicladas de soldados, que desnudando sus miedos van cosiendo la historia, donde la cultura ajena se aferra a la falda del desierto. Desde niños se amamantan en los pezones de las batallas negándose a crecer y desvirgar sus entrañas”
En estos versos de Rosa García Oliver, nos damos cuenta de que no están escritos en el cuarto cerrado de una biblioteca. No es uno de esos libros de citas que escriben los eruditos. El filósofo Frédéric Gros nos explica que los mejores textos son aquellos que nacen y se van haciendo en la misma vida, andando por los caminos, respirando al aire libre. Y eso se nota a la hora de leer este libro, al detenernos en esos versos de García Oliver nos damos cuenta de la gravedad de nuestro tiempo y del peligro inminente en que se encuentra la especie humana. Todo esto es producto de las guerras.«En enero de 2011 partí hacia Afganistán para trabajar formando parte del equipo civil que abastece por medio del servicio de cocina al contingente militar español desplegado, donde sigo trabajando actualmente”. Esta vez la «Rosa de los vientos» emigró cruzando fronteras sobre las alas de lo desconocido hasta aterrizar en un mar de arena, sangre y discordia. “Cartagena, mi tierra, mi mar, mis seres queridos, en definitiva, «un antes», quedaron tan lejos que no asimilo la distancia que recorrí para dar comienzo a «un después»”.
Leyendo las palabras de la narradora, uno solo puede pensar en la injusticia que nos asola, no podemos dejar de recordar al poeta Miguel Hernández: “Tristes guerras si no es amor la empresa. Tristes, tristes. Tristes armas si no son las palabras”. Esto mismo nos viene a decir García Oliver, una cocinera en la guerra, o “Rosa de Afganistán” como la nombró el poeta Soren Peñalver. Este último la conoció en la celebración del Día Internacional de la Poesía y desde entonces se fueron haciendo cómplices en la sensibilidad de lo vivido. Por las manos del fino poeta fueron pasando sus primeros escritos. Libro que dio en ser un libro de éxito, lo busca todo escritor
La historia comienza de repente, cuando en España la vida frena su movimiento y, como millones de españoles, Rosa García Oliver se iba a quedar desempleada. Divorciada, como muchos, con cuatro hijos, como ya pocas mujeres decidió combatir los malos presagios que le insinuaba el futuro caminando hacia él y dejando atrás el pasado.A Rosa García Oliver hay que conocerla, y yo tuve esa suerte cuando fuimos convocados por El Movimiento Poetas del Mundo para conmemorar el Centenario de Miguel Hernández. Un año después, recibí una llamada telefónica para contarme que estaba de vacaciones y que trabajaba en Afganistán. Me preguntó mi disposición para trabajar allí. Dejándome claro cual era la situación para los civiles y sin dejar que mis ilusiones proliferaran porque ya solo había una vacante. Por aquel entonces, uno tenía su guerra personal contra los mundos cercanos y había escrito versos que ya conocía Rosa. “No sé cuando volveré. Soy el desempleado 3.500.000. Mi nombre es Miguel Hernández. Y no sé cuando volveré, pero todos los caminos llevan al mismo osario”. Nos escribimos unos correos después y lo próximo que supe de ella fue por los medios. Se encontraba trabajando en una guerra al otro lado del mundo, donde la vida vale la suerte que tengas para esquivar la muerte. «En Afganistán cuezo versos, habichuelas y lo que haga falta» le dice a Manuel Herrero, mientras vemos en una fotografía a la cocinera de Afganistán removiendo el rancho del día.
Es un libro que emociona y hace reflexionar. Y si se relee, puedes optar por seguir con la herida abierta de las balas que oyes o curarte de las heridas que traes y que no son de ninguna guerra. Esos versos tremendos de Rosa García Oliver, están pidiendo a gritos que se haga una película, y salga más de una canción. Y hay que poner el grano de arena, ese que cada cual lleva en el bolsillo y que le permitirá ver como crecerá la semilla en el campo de la belleza, porque no olvidemos que estamos hablando de la destrucción de Oriente Medio, donde desaparecen las ciudades bombardeadas a la vez crece la arena del desierto. No solo es Siria, es Afganistán, es Irak, es Palestina, es el Sahara. Y son los estados donde se tambalea la tierra de la paz, y en cualquier momento pueden saltar las bolsas comerciales por los aires, hablamos de la “PrimAfganistán cuezo versosavera Árabe,” Egipto, Argelia, Túnez, etc.
Rosa dejó los tacones de aguja por unas botas para caminar por el desierto , y se vino con un libro que es un trozo de vida escrita a sangre y fuego. Es una heroína, no porque haya perdido un brazo como Cervantes, sino porque no se lo pensó dos minutos ir donde pudiera conseguir algo con que sacar a sus hijos adelante. Y para terminar nada mejor que hacerlo con la propia propia experiencia de Rosa García Oliver, tamizada después del primer temblor de las venas, cuando reposa la sangre y se hace el poema en prosa.
“Cambié mis tacones por unas botas militares. En estas páginas encontraréis un mundo vivo donde intento dar a conocer un poco de esta mezcla formada por Qala i Naw y los afganos, la base y los militares, el personal civil y mi trabajo. Llegué a ese lugar sin conocer a nadie y tuve que construir mi propio universo. Allí me encontré cara a cara con el miedo, pero lo ignoré. El objetivo al escribir este libro, fruto de mis experiencias vividas, es transmitir a quien lo lea, que la lucha en la vida del día a día nunca es lo suficientemente dura como para no dar gracias por vivirla”.
El 17 de octubre, dentro del Festival de Novela Policíaca ‘Getafe Negro’, Lorenzo Silva moderará el acto, “Afganistán: entre la realidad y el deseo. Contará con dos militares que estuvieron en Afganistán . El poeta hispano-africano Guillermo de Jorge, que ha escrito ‘Afganistán: diario de un soldado’. Y también el británico Harry Parker, que se refugió en la escritura tras perder las dos piernas en el conflicto afgano y es autor de ‘Anatomía de un soldado’.
Este artículo ha sido publicado en Segundo Enfoque .