"Marilyn candid moment" (New York, March 1995). Photo by Michael Ochs Archives/Getty Images.
M. M.
"La diferencia entre pasado, presente y futuro
no es más que una ilusión, aunque sea tenaz."Albert Einstein, Correspondencia con Michele Besso, 1903-1955.
"En sus mil alvéolos, el espacio conserva el tiempo
comprimido. El espacio sirve para eso."Gastón Bachelard, Poética del espacio.
"Leo poesía para ahorrar tiempo".Marilyn Monroe.
1955
Fui a su encuentro con los brazos abiertos -“¡Norma Jean! ¡Qué gusto verte!”-, y al abrazarla sentí las puntas del corpiño cónico en la boca del estómago. “Oh, querido, no me llames así; ya nadie me conoce por ese nombre”. “Lo sé, pero para mí siempre serás Norma Jean”. Con el ademán de un mago que acaba de unir exitosamente las dos mitades de su asistente, le mostré la mesa elegida para tomar un trago. “Se ve que te va bien en los negocios, James; este lugar es uno de los más caros de Hollywood”. “A ti tampoco te va nada mal que digamos. Cuando venía te vi en la tapa de varias revistas; estás por todas partes”. “No puedo quejarme; sólo necesito otro tapado de pieles”. Su risita hiposa era una cascada de cristal en este árido desierto de posguerra; alrededor, no había ojo capaz de resistir la tentación de sorber un trago de aquella rubia cuyo aire de niña traviesa no compaginaba -y si lo hacía, era de una forma inquietante- con la sensualidad de su rostro. “Discúlpame que no pueda quedarme más tiempo, pero tengo que ir a tomar clases de teatro; ya me cansé de que me consideren sólo una cara bonita y un cuerpo pulposo... quiero crecer... quiero ser una verdadera estrella de cine”.1962“¡Norma Jean!” “Oh, James, tú siempre con eso; aunque daría lo que sea para que todo vuelva a ser un poco como antes; a menudo extraño a Norma Jean”. Al abrazarla ya no sentí puntas de corpiño, sino un leve escalofrío. Noté en su aliento la acidez del alcohol y no me animé a mirarla a los ojos. “La vida es una mierda, amigo mío”, dijo mientras nos sentábamos en la misma mesa de hace siete años. “¿Te encuentras bien, querida?”. “Ése es el problema, James: No me encuentro”. Había adelgazado mucho, su mirada se había crispado y congelado la cascada de su risa. Íbamos por la segunda botella de champagne. “Es como si desde hace diez, quince años atrás, viniera bajando por un tobogán y ahora ya no pudiera detenerme; ya no soy tan ingenua y las cosas se están poniendo pesadas, en todo sentido: al estudio sólo le interesa exprimirme hasta sacarme la última gota; tanta presión y nada de respeto…”. La flor ante mis ojos, ajada por el insomnio y el tiempo, mostraba sus espinas. Estaba mal consigo misma, parecía acorralada, y yo era incapaz de encontrar palabras que la saquen a flote. “¿Quieres que salgamos a tomar un poco de aire?” “Oh, querido mío, no sabes cuánto quisiera que me lleves lejos, bien lejos de aquí - ya son cada vez más las noches en las que deseo no despertar”. D. E. S.
Ernesto Cardenal, "Oración por Marilyn Monroe" (1965)Segmento de un film nunca exhibido del cineasta chileno-canadiense Jorge Fajardo.Señor
recibe a esta muchacha conocida en toda la tierra con el nombre de Marilyn Monroe
aunque ése no era su verdadero nombre
(pero Tú conoces su verdadero nombre, el de la huerfanita violada a los 9 años
y la empleadita de tienda que a los 16 se había querido matar)
y que ahora se presenta ante Ti sin ningún maquillaje
sin su Agente de Prensa
sin fotógrafos y sin firmar autógrafos
sola como un astronauta frente a la noche espacial.
Ella soñó cuando niña que estaba desnuda en una iglesia
(según cuenta el Time)
ante una multitud postrada, con las cabezas en el suelo
y tenía que caminar en puntillas para no pisar las cabezas.
Tú conoces nuestros sueños mejor que los psiquiatras.
Iglesia, casa, cueva, son la seguridad del seno materno
pero también algo más que eso...
Las cabezas son los admiradores, es claro
(la masa de cabezas en la oscuridad bajo el chorro de luz).
Pero el templo no son los estudios de la 20th Century-Fox.
El templo —de mármol y oro— es el templo de su cuerpo
en el que está el Hijo del Hombre con un látigo en la mano
expulsando a los mercaderes de la 20th Century-Fox
que hicieron de Tu casa de oración una cueva de ladrones.
Señor
en este mundo contaminado de pecados y radioactividad
Tú no culparás tan sólo a una empleadita de tienda.
Que como toda empleadita de tienda soñó ser estrella de cine.
Y su sueño fue realidad (pero como la realidad del tecnicolor).
Ella no hizo sino actuar según el script que le dimos
—El de nuestras propias vidas— Y era un script absurdo.
Perdónala Señor y perdónanos a nosotros
por nuestra 20th Century
por esta Colosal Super-Producción en la que todos hemos trabajado.
Ella tenía hambre de amor y le ofrecimos tranquilizantes.
Para la tristeza de no ser santos
se le recomendó el Psicoanálisis.
Recuerda Señor su creciente pavor a la cámara
y el odio al maquillaje —insistiendo en maquillarse en cada escena—
y cómo se fue haciendo mayor el horror
y mayor la impuntualidad a los estudios.
Como toda empleadita de tienda
soñó ser estrella de cine.
Y su vida fue irreal como un sueño que un psiquiatra interpreta y archiva.
Sus romances fueron un beso con los ojos cerrados
que cuando se abren los ojos
se descubre que fue bajo reflectores
y apagan los reflectores!
y desmontan las dos paredes del aposento (era un set cinematográfico)
mientras el Director se aleja con su libreta
porque la escena ya fue tomada.
O como un viaje en yate, un beso en Singapur, un baile en Río
la recepción en la mansión del Duque y la Duquesa de Windsor
vistos en la salita del apartamento miserable.
La película terminó sin el beso final.
La hallaron muerta en su cama con la mano en el telefono.
Y los detectives no supieron a quién iba a llamar.
Fue
como alguien que ha marcado el número de la única voz amiga
y oye tan sólo la voz de un disco que le dice: WRONG NUMBER.
O como alguien que herido por los gángsters
alarga la mano a un teléfono desconectado.
Señor
quienquiera que haya sido el que ella iba a llamar
y no llamó (y tal vez no era nadie
o era Alguien cuyo número no está en el Directorio de Los Ángeles)
contesta Tú el teléfono!
Ernesto Cardenal, Nueva antología poética. México, Siglo XXI, 1978.