Revista Diario
Se hace difícil empezar a escribir esto sin utilizar varios calificativos que reflejen el revuelto de estómago que producen ciertas acciones. No soy persona que pierde la compostura con facilidad, pero no puedo evitar que ciertas circunstancias totalmente desproporcionadas me lleven elevar la voz un poco más alto, y no precisamente con gritos o improperios.
Es terrible, ruin y despreciable lo que algunos energúmenos, amparados en el anonimato que otorga una pantalla, lleven a cabo «campañas» en las que solo se persigue hacer daño a escritores que publican sus obras llenos de ilusión y con la esperanza de llegar a más lectores. Y hete aquí el problema para esos individuos. Parece ser que no sienta bien que el que verdaderamente consigue crear una buena historia sea felicitado y obtenga por ello los laureles que merece, pero ¿dónde reside el problema?
Cada vez es más frecuente encontrar en las redes a escritores que buscan reseñadores para sus libros, lo que me genera cierta duda. Una reseña no deja de ser una mera opinión de un lector, pero no todos van a tener los mismos gustos, porque, lo queramos o no, un libro puede parecer fascinante para unos y para otros una historia que pasa sin pena ni gloria. Todo está en el gusto de cada uno y en el estado de ánimo con el que se lee en cada momento. En definitiva, se le da más importancia de la que realmente tiene. ¿No sería mejor preocuparse por desarrollar un buen trabajo que hacerlo por lo que pensarán los demás? Sí, hacen que se tenga más visibilidad, pero ¿a qué precio? ¿Estamos dispuestos a que destrocen nuestro trabajo a cambio de una reseña? Si de verdad buscas una autentica opinión sobre tu obra, acude a un crítico literario, a un profesional que te hará ver lo que refleja tu obra, los aciertos, los fallos, en fin, lo bueno y lo malo que pueda tener y lo hará de una manera más privada que te ayudará mucho más. Por lo demás, la opinión de un lector es importante para el escritor, claro que sí, pero las de verdad, las sinceras...
Damos por supuesto también que cada persona tiene derecho a expresar su opinión sobre lo que ha leído, pero a lo que no tiene derecho es a hablar sin mantener el respeto y la educación. Siempre hay opciones para expresarse de una manera más correcta, pero claro, el problema surge cuando no se tiene una mínima base educacional para saber cómo hacerlo. Cuando llevados por un falso fanatismo empiezan a despotricar sin ningún orden y concierto y se quedan sin palabras en las que apoyarse para sustentar sus opiniones tan chabacanas como creíbles, lo que los deja en el margen del que no debieron salir. Y ahí es donde nos deberíamos dar cuenta que no merecen nuestra atención.
El por qué surge esta nueva ola de destrucción es algo que no consigo entender, mi tiempo es muy valioso y no lo pierdo en leer críticas, yo tengo mi propio criterio y juzgo por lo que yo leo, no con base a lo que me dicen los demás. Tal vez no me guste al final, o tal vez me produzca una grata sensación, dependerá de mí, no de otros factores externos. Si una novela no me gusta por los motivos que sean, pasaré de perder más tiempo con ella. Todo esta situación me lleva a pensar que el tiempo de ocio no le sienta bien a todo el mundo y quizás sea el momento oportuno de buscarse otra ocupación.
Leí por ahí que incluso esta chusma llega a amenazar a las editoriales con «no reseñar las obras que publican», ¿en serio piensan que les importa que no lo hagan? Oye, pues mejor que se abstengan porque ya se sabe cuál va a ser la crítica que harán.
La solución a todo esto pasa por el ostracismo. Dejar de hacer caso, omitir que algo así está a disposición de cualquiera e ignorar, que es lo que más duele. De lo contrario solo se obtiene crear una polémica absurda que no conduce a ninguna parte, sino a una carcajada maquiavélica del que ha conseguido su propósito.