Revista Literatura

¿Dos mejor que una…?

Publicado el 16 septiembre 2011 por Marga @MdCala

Hoy trataré una cuestión frívola en apariencia, pero que encierra un gran quid en su interior: ¿dos mejor que una…? Hablo de camas/cama para el matrimonio.

 

¿Dos mejor que una…?

Y digo matrimonio, porque me refiero -lógicamente- a aquellas parejas que llevan conviviendo juntas más de diez años, y que son capaces de adaptarse y razonar sin la enajenación mental transitoria que supone el comienzo de una relación.

 

Cuando dos personas enamoradas comienzan una convivencia, ni siquiera se podría plantear el tema de comprar dos camas individuales para su dormitorio, tan deseado como nido de amor eterno. El miembro de la pareja que sugiriera tal cosa, rápidamente sería tachado de agorero, cuando no de otros calificativos igualmente indeseables… La amplia cama de matrimonio, pues, no es discutible. Se compra y listo (aunque la que va lista es ella…).

 

Ah… pero y ¿cuando se llevan más de diez años de enajenados y el canto de una de las enamoradas aves se torna tan profundo y salvaje como el alarido selvático de Tarzán? ¿Volveríamos a decidir tan unánimemente la adquisición de un único lecho conyugal? Ya sé que la elección de dos camas de 90, en lugar de una sola de 1’50 (yo aún uso una de 1’35…), no solucionaría totalmente el problemilla del coplero rapaz, pero lo amortiguaría considerablemente por la lejanía, así como devolvería el reposo al cuerpo más en desventaja con respecto al peso… En definitiva, ambos tórtolos dormirían mejor: uno porque se ahorraría amorosos codazos y pataditas… y otro porque el silencio (aproximado) y la quietud mejorarían su descanso nocturno.

 

En nuestras últimas vacaciones, nos alojamos en un apartamento que tenía -en la habitación conyugal- dos camas de 90. A pesar de que dormimos maravillosamente en ellas, yo no extraje ninguna conclusión de aquella experiencia extrasensorial… Sin embargo, mi media y cantarina naranja -generosa ella- sí se dio cuenta de que mi sueño había progresado adecuadamente y propuso -eso sí, para un futuro lejano- la adquisición de dos camas individuales en lugar de otra como la actual.

 

Recuerdo que le comenté, melodramática como una es: -”Ni hablar… eso sería el principio del fin”. Y es que una, además de teatrera, a veces no piensa en absoluto lo que dice…

 


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