Revista Diario

El balance entre confiar y dudar de uno mismo

Publicado el 27 noviembre 2012 por Alxndro @al_x_ndro
Por Alexandro | Publicado: 27 noviembre, 2012

No sabría decir si, entre confiar y dudar, una cosa es más fácil que la otra. A veces me descubro dudando de mí hasta sacar de balance ideas que rondan mi cabeza y algunos de mis cometidos, sólo para después descubrir que iba por buen camino. Otras veces me siento tan confiado en mí mismo que empiezo a sospechar que algo está mal, que seguro debe haber algo que no he considerado pues estoy acercándome ‘peligrosamente’ a tener certezas y alcanzar conclusiones. ¿Te pasa algo semejante?

Ya hablaba en el artículo anterior de que debemos de aprender a confiar en nosotros mismos, en esa intuición que aparece dentro de nosotros moviendo nuestros pensamientos y emociones hacia ciertas acciones. Pero ¿cómo hacerlo?

1. Hacer paces con la duda
Primero debemos notar que el dudar de uno mismo, no confiar en todo lo que nos viene a la cabeza, es algo muy saludable. Hay mucha gente que va por la vida con la seguridad de que su forma de proceder y pensar es la mejor, la adecuada, que está completamente justificada, incluso han desarrollado en sus cabezas argumentos que consideran irrevocablemente acertados.

El problema está precisamente cuando sus certezas vienen sólo de lo que sucede en sus cabezas. Todo pensamiento que tengamos debe compararse con el mundo exterior para corroborar su veracidad. Es como con el método científico: los pensamientos son hipótesis que debemos comprobar con experimentos, acciones, en el mundo real. Si no, corremos el riesgo de comportarnos de acuerdo a ficciones personales.

Si dudamos y hacemos constantemente experimentos, tendremos la capacidad de evaluar cómo percibimos el mundo, a otras personas y a nosotros mismos; y nos acercaremos a ver que no tenemos por qué tomar en serio todo lo que pensamos y que aquello que experimentamos, mientras estamos preocupados con cómo serán las cosas, es la realidad.

Compara tus ideas con la realidad. La duda es buena siempre que se trata de auto observación y concientizarnos. El resto es estrés y afán por controlar y manipular. Incluso, anteriormente, sugerí un ejercicio para crear consciencia en este respecto.

2. Confiar en nosotros mismos
Si los pensamiento en que podemos confiar son aquellos que hemos corroborado con el mundo exterior, ¿cómo podemos confiar en nuestra intuición y en esas ideas que nos hablan pero sobre las que no encontramos indicios allá afuera?

Creo que la clave está en poner atención a nuestras emociones, en buscar tener más contacto con nuestra intuición. Si hay una idea e inquietud dentro de ti, lo mejor que puedes hacer es cuestionarla dentro de ti. Tal cual, si te preguntas a ti mismo sobre esa idea, ¿cómo te sientes? Sé consciente de cuál es la reacción de tu cuerpo ante ese pensamiento, ¿te hace sentir bien o mal? Confía en lo que te hace sentir bien y te da una sensación de expansión.

Otro caso es cuando encuentras que nadie se da cuenta de algo que a ti te parece evidente. Quizás has descubierto algo nuevo o quizás has encontrado uno de esos temas sobre los que nadie quiere hablar pero sobre los que todos pensamos aunque sea de una manera indirecta. Si así es, si tu experiencia te dice que algo es cierto a pesar de lo que otros dicen, puedes darte el permiso de ignorar a todos hasta que hayas adquirido la experiencia que necesitas para saber si tus sospechas son ciertas. Confía en lo que te sucede, los demás no lo viven, sólo tú.

Confiar en uno mismo no es tarea fácil y dudar de todo lo que hacemos decimos y pensamos es prácticamente involuntario. La clave está en no dejar de buscar allá afuera alguna respuesta y no dejar de ser fieles a lo que sentimos en nuestra propia experiencia.

Duda de tus pensamientos, confía en tus emociones.

Explora afuera, siempre vuelve adentro.


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