EL CONDIMENTO
Y se levanta el día iluminando la vida, esa maraña
misteriosa e inmensa que todo lo envuelve en el misterio
mágico del tiempo. Nunca se va, y siempre se muestra
majestuoso, supremo en su continuo renacer inmaculado.
El condimento está en todo, en la luz y las sombras, en las
manos quietas y torpes. Nace en los trémulos pasos, en las
miradas furtivas, en las caricias y en los llantos.
Él está ahí, en las esperanzas nuevas, en el horizonte lejano,
en el deseo frustrado, y en el beso recordado.
En los pasos que diste, en los que no diste, en la dicha y en
el llanto.
Él está ahí, enraizado en la espera y en los hechos
consumados. Sobresale en el quehacer de los días, en el temido
deseo, tejido de ansias y reprimido entusiasmo.
En el pergamino viejo y gastado que nunca nadie leyó y
mostraba la esencia del amor y la dicha.
– También está en ti, y en mí.
El condimento surge entre los hielos resquebrajados, en las
estrellas, en mis puños apretados. También aparece en tus
sueños y tus ojos de mirada huidiza, en las huellas de mi alma,
en la letanía del recuerdo.
La magia está en todo. Todo tiene su chispa de misterio y
magia.
Y está en un beso. En aquel que te robé en una tarde fría.
Bastión, bandera, religión. Todo lo que el alma necesita.
Nada más hace falta en esta vida, si no una pizca de magia y
misterio, misterio y magia. Para condimentar con ellas todas las
almas.
