#prenda162
Amparándose en la coartada del terrorismo islámico, unos políticos teócratas se hacen con el poder y, como primera medida, suprimen la libertad de prensa y los derechos de las mujeres. Esta trama, inquietante y oscura, que bien podría encontrarse en cualquier obra actual, pertenece en realidad a esta novela escrita por Margaret Atwood a principios de los ochenta, en la que la afamada autora canadiense anticipó con llamativa premonición una amenaza latente en el mundo de hoy.
En la República de Gilead, el cuerpo de Defred sólo sirve para procrear, tal como imponen las férreas normas establecidas por la dictadura puritana que domina el país. Si Defred se rebela —o si, aceptando colaborar a regañadientes, no es capaz de concebir— le espera la muerte en ejecución pública o el destierro a unas Colonias en las que sucumbirá a la polución de los residuos tóxicos. Así, el régimen controla con mano de hierro hasta los más ínfimos detalles de la vida de las mujeres: su alimentación, su indumentaria, incluso su actividad sexual. Pero nadie, ni siquiera un gobierno despótico parapetado tras el supuesto mandato de un dios todopoderoso, puede gobernar el pensamiento de una persona. Y mucho menos su deseo.
Los peligros inherentes a mezclar religión y política; el empeño de todo poder absoluto en someter a las mujeres como paso conducente a sojuzgar a toda la población; la fuerza incontenible del deseo como elemento transgresor: son tan sólo una muestra de los temas que aborda este relato desgarrador, aderezado con el sutil sarcasmo que constituye la seña de identidad de Margaret Atwood. Una escritora universal que, con el paso del tiempo, no deja de asombrarnos con la lucidez de sus ideas y la potencia de su prosa.
Conozco este libro desde hace tiempo. Empecé a verlo por los blogs antes de que saliera la serie y le diera mayor difusión aún. Ya me llamó la atención en su momento, pero el éxito de su versión en la pequeña pantalla hizo que deseara incluirlo en mis lecturas a corto plazo.
La organización de su lectura conjunta desde Oasis Literario ha sido la oportunidad perfecta para darle por fin la oportunidad que llevaba tanto tiempo mereciéndose.Y la reseña de este libro no seguirá el patrón habitual, es imposible, porque ha sido algo más que una lectura, ha sido una reflexión.
El cuento de la criada es una distopía, término archiconocido hoy día entre todos los lectores pero... no debemos olvidar que fue escrita en 1984, por lo que uno de los mayores retos que creo que tenía Atwood era convencer a su público, era lograr que esos ojos y esa mente que se dispusieran a adentrarse en esta historia lograran creérsela. Yo me la he creído.Me la he creido y me he horrorizado a partes iguales. Es inevitable ser mujer y no sentir los pelos de punta en el setenta porciento del libro. Es inevitable ser un ser humano, en el sentido más profundo de la palabra, y no sentir miedo de que exista la mínima posiblidad de que este nuevo orden que recrea Atwood pueda ser posible.
Todas las noches, cuando me voy a dormir, pienso: Mañana por la mañana me despertaré en mi propia casa y todo volverá a ser como antes.El cuento de la criada es una novela testimonial, una especie de diario de cuya voz no conoceremos el nombre pero que nos contará en primera persona su pasado y su presente. Un pasado en libertad y un presente marcado por la instauración de la República de Gilead. Un gobierno férreo, antidemocrático que subsiste alimentando el miedo de su pueblo. No conoceremos a fondo y con detalle el papel del hombre pero sí viviremos muy de cerca la terrible situación de la mujer. Todo gira en torno a ella y con más concreción en torno a las criadas. Las criadas son tratadas como úteros. Su cometido es dar a la luz los hijos de aquellas que, estando en mejor posición social (a pesar de padecer también las penalidades del régimen), son estériles o no han logrado quedarse embarazas. No solo su cometido, sino el proceso también, te pone la piel de gallina.
Esta mañana tampoco ha ocurrido.
El cuento de la criada
Nuestra criada narra su vida valiéndose de saltos temporales. Una de las cosas más duras de esta historia es saber que sus protagonistas han conocido otro modo de vivir en el que podían ser más o menos felices pero podían experimentar el amor, la cultura, la maternidad, el trabajo... Es ser consciente de que han sido arrancadas de su propia familia y colocadas en un lugar terrible.
Será más sencillo para las que vengan detrás de vosotras. Ellas aceptarán las obligaciones de buena gana. Pero no decía: Porque no habrán conocido otro modo de vida.
El cuento de la criada
Y digo que ha sido una novela de reflexión porque me ha dado más miedo que una novela de terror. ¿Podría llegar a radicalizarse nuestra sociedad hasta el punto de suceder algo parecido? Parece complicado pero... ¿imposible? Los fanatismos, las radicalizaciones... ¿podrían destruir muchos pilares que creemos bien cimentados?
Si algo le echo en cara a Atwood es que me ha costado empatizar con su criada, que no con sus terribles circunstancias. Sufría con las obligaciones de su nueva vida y me entristecía con la terrible soledad que emanaban sus palabras, porque si algo he sentido a lo largo de esta lectura es soledad. Soledad porque el régimen mecaniza tanto todas las relaciones sociales que es imposible establecer lazos reales con nadie, y el miedo a las consecuencias impide salirse de ese orden establecido. Sí, la ambientación no ayuda pero la he sentido fría, distante... tal vez tiene ser así para poder estar en consonancia con ese mundo en el que está sumergida pero... me hubiera gustado sentirla más cercana.
Como tampoco me he sentido plenamente satisfecha con su final. Pero lo cierto es que creo que es una lectura a la que resulta complicado encontrarle una trama concreta, un nudo que querer desentrañar, por lo que el desenlace podía ser cualquiera que la autora deseara. Se trataba de ponerle fin al testimonio, pero mi percepción es que hubiera podido alargarlo cuanto quisiera. Como ya os decía, es una novela testimonial donde el diálogo es escaso y la voz predominante es la de la criada contando su día a día y compartiendo su experiencia personal; y es por eso que, bajo mi punto de vista quedan muchos aspectos de ese nuevo régimen por explicar, mucho puntos en los que no se profundiza, sólo conocemos la perspectiva de la protagonista principal. Pero es que creo firmemente que el cometido de esta novela no se centra en la acción sino en la intención de dejar un poso en el lector.
En definitiva, El cuento de la criada me ha impactado, me ha hecho sufrir y reflexionar. Con un ritmo lento, introduce al lector, no en otro mundo, sino en el nuestro con un nuevo orden que asusta. Una distopia que podría ser predictiva pero que desearemos con todas nuestras fuerzas que nunca lo sea. Un historia de mujeres que reafirma el importante papel que tenemos en la sociedad, le pese a quien le pese. No es una lectura ágil, a veces sentirás que ocurre poca cosa pero es lo que extraigas de ella lo verdaderamente importante.