Beatriz Benéitez Burgada. SantanderLa educación física estuvo siempre presente en mi infancia y adolescencia. Durante ocho años practiqué ballet, esa disciplina a cabllo entre el deporte y el arte, y también hice Judo, el arte marcial japonés que tiene su origen en la flexibilidad de los sauces y la lucha de los osos. Que, por cierto, es el más recomendado por la Unesco para los niños de entre 4 y 14 años: porque es simétrico, porque trabaja todos los músculos del cuerpo, porque ayuda a desarrollar la agilidad mental y también las habilidades sociales. Ahora, me conformo con pasear, ir al gimnasio cuando tengo un rato, hacer algunos aeróbicos y poco más. Voy con la única intención que no perder del todo la forma y evadirme por un rato de las cosas que me ocupan o me preocupan. Y me encanta observar a los demás. Me gusta imaginar cosas sobre personas a las que no conozco de nada. Y el gimnasio es un buen lugar para esas clasificaciones con las que tanto disfruto. Hay más pero... básicamente están: los entregados, los musculitos, las maris y los normales (no tengais en cuenta lo de los sexos, es agotador poner los y las todo el rato). Me ha pedido un amigo que hable sobre ellos.
Los entregados son esos que van todos los días, sin faltar ninguno. Entrenan y entrenan como si les fuera la vida en ello, y suelen hacer aeróbicos. En mi gimnasio hay varios. A uno de ellos le encanta dar consejos mientras respira con dificultad corriendo en la cinta o en la bici. Suele trabar a alguna pobre, y la vuelve loca, con la alimentación, las dietas y la vida sana. Y con lo que tiene que hacer, cuantas series, cuantas veces.... Lo mejor es que la víctima de turno suele escucharle con atención. Creo que al principio por ser amable, y después porque no sabe qué hacer para zafarse de los consejos sanos. Es pesadísimo. Pero también les hay de los que no hablan. Sólo te miran, como diciendo, ¨la pobre, sólo corre tres kilómetros¨; o con condescendecia, ¨ya siento que sólo puedas hace veinte minutos de elíptica. Yo hago sesenta¨.Es muy importante no confundir a los musculitos con los entregados. Los musculitos están casi siempre en la sala de pesas. Y se miran muchísimo en el espejo. Esos no hablan con extraños. Todo lo más... comentan entre ellos: los batidos, las técnicas... se ayudan. No es fácil ser un musculitos. Hay que dominar los aparatos, tener fuerza de voluntad, comprarse camisetas justas, tener una novia o un novio a la altura de las circunstancias, estar geolocalizado... No es fácil, no. Tienen su mérito. Las maris... que decir. Suelen ir en pequeños grupos, o quedar a la misma hora. Hablan por los codos. Van a pilates y aerobic, o a danza del vientre. Necesitan actividad. No les gusta hacer lo mismo mucho tiempo. Tienen sus horarios, las molesta ver su ducha ocupada y se toman el gimnasio como una actividad social además de física. Cuentan sus cosas, recomiendan una tienda nueva y les encanta hablar con los monitores... en fin, ya sabeis. Los y las normales son una especie que no abunda. Pero los hay. Yo misma, a veces, estoy en ¨modo normal¨. Aunque tengo que reconocer que si, por ejemplo, voy o me encuentro con mi amiga Elia, correnos el riesgo de mutar a ¨modo mari¨. En ocasiones tiendo a entregada silenciosa. Pero, si tengo que ser sincera, reconozco que son las menos.