
Revista Diario
El insidioso primo Valentín
Publicado el 07 abril 2012 por Chirri
¿Os habéis parado a pensar el por qué denuestras malas relaciones con nuestros primos? De la familia asociada es conquien peor siempre nos llevamos, las malas relaciones con la suegra no dejan deser un mito, con los cuñados nos llevamos fabulosamente, los suegros como enbotica hay de todo, unos te ignoran como si no existieras, otros se empeñan endemostrar a su hija que ellos son mejores que tú y los más suelen ser unoscolegas de cerveza y futbol y los tíos son seres mitológicos amigos de nuestrospadres.Pero los primos son otra cosa, son seresinsoportables, modelos de perfección para nuestros padres y ellos en vez deacallar esas maledicencias, se empeñan en una absurda competición para sacarmejores notas que tú y encima lo consiguen para mayor escarnio de tu parte; porlo que generalmente las visitas a casa de tus tíos se convierten en unadolorosa exposición por parte de tu tíos de las notas del repelente de tuprimo, y convierten por consecuencia el regreso a casa en una senda de loselefantes donde mueves la cabeza de un lado para otro mientras tus padrescantan las excelencias de ese ser repugnante. Afortunadamente estos hechos soloocurren en estas visitas, más o menos dilatadas en el tiempo ¿O no?El verano en la sierra era un bálsamo paraestas y otras heridas, arrastrando las notas, no tan buenas como las de eseser, conseguía unos veranos de fabula, dos meses en el campo olvidándome de loque era un pantalón largo y lejos de las ataduras de un reloj, medido el tiempopor el sol y mi estómago, era libre, libre del todo, para reencontrarme con misamigos, sempiternos veraneantes como yo, con los que correr mil aventuras en elrío, con las bicicletas, o jugando simplemente en las escuelas al rescate y alrabo de la zorra.Todo era perfecto, idílico, ensoñador, hastaque un aciago día… efectivamente, mi madre cometió la insensatez de invitar ami primo a pasar unos días con nosotros, yo se que no está bien decirlo, peroese día odié a mi madre, maldecí los nueve meses pasados en su vientre y la lecheconsumida de sus senos, la mayor pesadilla que podía tener estaba a punto dehacerse realidad, no una tarde, sino quince días soportando a mi primo era algopara lo que no estaba preparado, si el suelo se hubiera abierto bajo mis pies yhubiera descendido al averno, no hubiera puesto peor cara; yo no tenía la culpade que mi primo no tuviera ningún pueblo donde ir, no tenía la culpa que susabuelos paternos que compartíamos fueran madrileños, ni que los paternos fuerande la gran puñeta y no tuvieran raíces populares ni una casita en el campo, quese fastidiase y sudara como todos los urbanitas que se veían obligados a pasarel verano yendo al Parque Sindical para poder remojar el bajo vientre si se lesapetecía, pero que me dejasen a mí disfrutar de la posesión de estas nochesfrescas, de las maravillosas aguas del río Lozoya y de mis paseos, escapadas ydescubrimientos.Nada que hacer, una triste mañana de Julioapareció mi primo Valentín en la parada del autocar, una maleta de cartón y unasonrisa estúpida de oreja a oreja, relamiéndose de gusto pensando en todas lasmarrullerías que me haría padecer.Cualquier padecimiento que hubiera figuradoque sufriría con su presencia quedó en nada con lo que de verdad padecí, como era la novedad, merobó a mis amigos, siquiera la primera tarde conseguí que jugásemos al rabo dela zorra con él como era menester con los novatos que pasaban por nuestrosdominios, al contrario, forjó una alianza con mis rivales de siempre en losjuegos para perder y ser humillado en todas las competiciones.Los días transcurrían lentamente y con ellosmi agonía no tenía fin, las mañanas en el río eran terribles sufriendo lasahogadillas que me propinaba, si jugábamos a la guerra, me cogía la vara queusaba como lanza dejándome las varas más dobladas, si me apetecía montar enbicicleta, a él se le antojaba también con lo que me quedaba yo de infantería ainstancias de mi madre.- Déjasela, para dos días queviene…Mi piedra favorita sobre la valla de miabuela, esa con forma de silla de montar a caballo, donde galopé mil veces alomos de “Furia”, también se la apropió, además cambió de cabalgadura, ahora élmontaba a “Silver” el caballo del Llanero Solitario y se empeñaba encomunicarme que era mil veces más veloz que “Furia” pues tenía sangre india.Todos estos agravios se iban acumulando, mipecho se iba acongojando cada vez más ante su satisfacción, estaba a punto deestallar de indignación, pero aun me que daba la última prueba que soportar, lagota que derramaría el vaso de mi paciencia.Hace unos años, en una de mis exploracioneshabía encontrado una cueva, de difícilacceso en la ladera de una colina y escondida tras unos matorrales espinosos,la roca caliza formó una oquedad a la que había que acceder arrastrándose peroenseguida se ensanchaba formando una cavidad lo suficiente para estar de pié contoda comodidad, allí fui llevando mis tesoros sin contárselo absolutamente anadie, ni a mis padres ni a mis amigos, la cueva era solamente mía, procurabacuando la abandonaba borrar mi rastro, incluso me molesté en plantar más zarzaspara cubrir la entrada con mayor profusión, el interior con el tiempo lo fuillenando de esas mil cosas que guardamos los niños, mis cow-boys favoritos, mibolsa de canicas, mi caña y mis anzuelos además de una mesa y una silla queconseguí en el basurero dando una leve apariencia hogareña al lugar, pensabaincluso con el tiempo hacerme con un colchón para cuando fuera mayor, quedarmea dormir alguna noche.Todo eso se truncó de golpe, debí de serdescuidado la última vez que estuve y no me di cuenta que era seguido, puesbuscando la satisfacción que me daba la soledad y el estar alejado de mi primo,fui a buscar cobijo en mi cueva y ¡Horror! Allí estaba él, habiendo tomadoposesión de ella, el mundo se me vino encima, mi más preciada posesión habíacaído en su poder, mi secreto tantas veces guardado ya no estaba a salvo y lopeor de todo sus chanzas y su amenaza de contárselo a todo el mundo, era más delo que podía soportar, salí envarado de la cueva y subí por el terraplén, no sesi fue el diablo el que me dio fuerzas, pero justo encima de la boca de lacueva había un peñasco en un cierto equilibrio inestable, solté una maldición yempujé con todas mis fuerzas más las del diablo que acababa de invocar y la rocase vino abajo con gran estrépito. Como la obra del diablo nunca queda a medias,la roca fue a pararse justo en la boca de la cueva impidiendo que nada másgrande que un ratón pudiera entrar o salir. Pasó un tiempo antes de que saliera de miestupor, nunca hubiera imaginado que con las débiles fuerzas de un chaval dediez años hubiera logrado mover tal mole, corriendo bajé a ver lasconsecuencias de mi acción y por ese diminuto agujero apenas salía el murmullode la voz de mi primo pidiendo auxilio, imaginaba que estría dando vocesdesaforadamente, pero al exterior apenas llegaba un leve gañido apenas audible,tapado por el rumor de la brisa sobre los campos del alrededor.¿Qué hacer? El corazón me pedía que escaparacorriendo a dar la alarma a los mayores que hubiera cerca, pero el malditodiablejo que rondaba a mi alrededor no estaba satisfecho con su obra y mesusurraba al oído que lo dejara pudrirse allí, no tenía nada que perder, encasa me esperaba una fuerte regañina y a saber qué castigo me impondrían, habíaperdido el patrimonio de la cueva que ya jamás sería mía, por lo que el odio meinflamaba el pecho y un rubor cubría mi cara impidiéndome que anidaranpensamientos humanitarios en mi interior; de ese modo también me libraría parasiempre del insidioso de mi primo Valentín, de sus sobresalientes en las notas,de sus trajes impecables con pantalones sin rodilleras “pues no se tira alsuelo como tú que eres un destrozón” con sus burlas cuando el Madrid ganaba ami Atleti; y tantos y tantos agravios sufridos y por sufrir.No me había dado cuenta, pero con miscavilaciones me había alejado del lugar y había llegado a las primeras casasdel pueblo, me encogí de hombros y me fui a casa a merendarme el bocadillo denocilla que solía comer.Han pasado muchos años desde entonces y nuncavolví a pasar por el lugar, no por problemas de conciencia sino quizás por noencontrar al fantasma de mi primo, quien sabe, a lo peor está allí esperándomepara seguirme dando la lata con sus insidias.


