Revista Diario

El nido - CONCURSO PARADELA DE COLES

Publicado el 21 julio 2010 por Alicia
El nido - CONCURSO PARADELA DE COLES
Un nido de amor, el nido, anidar... palabras que traen ecos de comodidad y bienestar, de lugar último en el que no existe la amenaza y la concordia reina al calor de la lumbre. También se habla mucho últimamente del síndrome del nido vacío o malestar existencial que sufren las mujeres cuando sus hijos vuelan por sí solos y se alejan del nido. Lejos de ser un momento de gozo - la señal ineludible de que han cumplido correctamente su misión y de que sus vástagos han engrasando las alas que les permitirán volar hacia sus propias metas - la situación se vive como una crisis personal ineludible que pone en cuestión el sentido de la propia existencia. Después de años de vida agazapada tras las necesidades de otros nos miramos por primera vez ante el espejo de la verdad que nos devuelve el rostro de un ser que no reconocemos. El largo intervalo de tiempo transcurrido se ha tragado un trozo de vida y parte de nuestra naturaleza, como relatan los abducidos por extraterrestres incapaces de justificar unas horas de su existencia.Pero los nidos no son ese lugar seguro libre de todo peligro. Guardo en mi memoria la ilusión que sentimos de niños al descubrir un nido dentro de un farol exterior de la casa en la que veraneamos. Lo que iba a ser la maravillosa aventura de ver crecer a los polluelos terminó trágicamente cuando alguien accionó un interruptor causando un cortocircuito en el interior del farol que chamuscó el nido y sus ocupantes.Celebremos pues la fiesta del abandono del nido y aplaudamos efusivamente el primer vuelo de nuestras crías convertidas en potentes aves ya que el nido es en sí mismo un lugar de engañosa paz con dependencias que, de perpetuar, podrían hacernos morir de inanición.

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