Sobre la acera había botes de espray de mil colores, un cubo lleno de pintura, un rodillo, y en medio de todo ello acuclillado repasaba la base de su mural. Las rastas le llegaban a la cintura, un perro dormilón al borde de la obra miraba a los transeúntes. Alrededor grafitis nominales que marcaban territorio que tenían a los vecinos artos. Paseantes de de niños, de perros, un policía que se para, que le pide el carnet, que le dice que eso está prohibido, que mira el mural, y luego calla. Guarda el talonario de multas, da la vuelta, se sube en el coche se va. Yo miro el mural, lo miro a él, en calma sigue reafirmando el suelo. Sigue creando un lugar mágico en medio del tránsito de paseantes de aburrimientos, de colesterol, de triglicéridos, de domingueros, de ciclistas, de corredores, coches humeantes, de cualquiera. En su mundo de creación. Y yo entro en él, me quedo allí, mientras repasa con el bote los bordes de la figura, pasan horas, y el perro ya me mira como si me conociera. Yo también lo conozco. Me acerco lo acaricio y mueve la cola. Me gusta, le digo. Me gusta tu mural. Gracias. A ti.
...su alma, reflejando rasgos de belleza, asco y horror que emanaban como un río desbordado que ni la misma fuerza de la madre naturaleza puede contener. Estaba cansado, sudado, apestoso, malcomido y nada bebido, pero extrañamente satisfecho, con esa calma que trae lo inevitable e ineludible de su situación. - Es mi sueño - me dijo, aunque sabía que la explicación estaba de más. - Lo sé - respondí, y vi en su mirada que entendía que yo entendía. Conocía las reglas. No era la primera vez que incursionaba en sueños ajenos. Sé que hay que entrar de puntitas, con cuidado de no tocar nada porque si no, si rozas un pedacito de sueño con el codo o con al punta del pie, las formas se deforman, se salen del contexto, y se vuelven pesadilla. La diferencia entre el sueño y la pesadilla, me había dicho ya un grafittero, no debe ser nunca un accidente . Por eso yo estaba allí, a dos pasos, observando nada más cómo la magia del arte transformaba los trazos en figuras y las figuras en un todo fantástico. El pintor hizo una pausa. Miró al perro buscando su aprobación y, habiéndola obtenido, aún acuclillado, me ofreció su mano. Se puso de pie. Yo dudé. No sabía bien qué hacer. Siempre había mirado a la distancia, pero nunca me habían invitado a recorrer un sueño. ¿Y si lo arruinaba todo? Pero ¿cómo rechazar esa hermosa mano-pincel? ¿Cómo rechazar esos tiernos ojos-cielo?
Entre sueños y desvelos, los colores dispersos en el aire, figuras rondando en la cabeza, las paredes cual inmensos lienzos en blanco le guiñan el ojo coquetamente, no hay vuelta atrás, si toma la mano y toma el pincel tendrá que ser parte de su inconsciente, sabe que los colores le irán diciendo uno a uno como quieren ser puestos, las figuras aparecen en el aire como plantillas puntilladas, este es un hermoso sueño piensa, ahora soy yo quien se transforma en pincel y se deja llevar por la mano que sabe adonde se dirige cada trazo.
Ha amanecido y en el muro frente a su casa, el perro cual guardian la observa y le agradece la complicidad.
El espantoso sonido de un despertador fue silenciado con un golpe de ira y dolor. Talvez era complicado el recuerdo de un sueño formado de sueños y, sin embargo, el escritor intentaba aferrarse a tantas escenas como pudiera y con el mayor detalle posible. Si lo conseguía y, más aún, si lo escribía, seguramente sería la novela de su vida. La noche había sido una experiencia magnífica, le había dado la mejor dotación de material literario que hubiera recibido; era, por eso, preciso que conservara todos los fragmentos, todos, sin excepción.
Seguro del éxito que aún no intentaba construirse y traicionero a sí mismo, recorrió sueños de grandeza y lucro. Se imaginó recibiendo premios, dedicando libros y viendo su balance bancario crecer de formas descomunales. Se vio en hoteles, conferencias y revistas faranduleras. Se llenó de gloria, sin darse cuenta que la historia se escapaba de su mente por la grieta del ego que crecía de forma vertiginosa y horrible. Ufano, salió de la cama y se dirigió a la ducha, realizando su rutina mañanera con la misma precisión de siempre pero con mucho más certeza.
Pero al sentarse frente a la máquina de escribir, un profundo silencio invadió la sala. Era la nada. El ego, descubrió, nos ofrece brevísimos instantes de éxtasis, pero nos cobra una enorme factura. Al hombre le tocó pagar con la inspiración, recordando únicamente que había un perro, un perro cuyo rostro no podía traer de vuelta, por fuerte que lo intentara, uno para el que no encontraba razón de ser. Todo se había ido. La depresión, entonces, invadió su alma fragmentándola en un dominó de arrepentimientos. Perdió la energía, el deseo de vivir y se encerró para siempre en la casa. Sus dedos y su mente se entumecieron. Las infinitas ventanas al mundo se tapiaron con ladrillos y cemento. No quedó nada para él.
¡Vaya la vida y sus lecciones! Al otro lado de la pared, muro y perro se encontraron con el rostro bondadoso de un hada, y vivieron su historia- Pero nadie, nunca, pudo escribirla.
Fabiola Arrivillaga
POR: ELENANURA, OLGA CONTRERAS, TANIA HERNÁNDEZ, DANIELA ESMERALDA SÁNCHEZ, FABIOLA ARRIVILLAGA
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