Esta semana me voy a saltar mi calendario editorial. No voy a hacer un post SEO-friendly, ni va a ir encorsetado dentro de ninguna de las líneas habituales del blog. No voy a hablar de Scrivener, de cómo escribir ciencia ficción, de tecnologías o de cómo autopublicar. Hoy voy a desahogarme.
Llevo 75 días escribiendo Mariposas de Acero, mi novela basada en el relato Memoria Selectiva, y he llegado a mi punto crítico como escritor. El momento que yo llamo el problema del punto medio.
El problema del punto medio
Si sigues este blog desde que empezó, dentro de un mes hará 3 años, sabrás que en este tiempo he escrito 3 novelas que no han visto la luz. Una murió por falta de planificación y por el descojone de tramas y subtramas que había dentro (coger un minirelato y convertirlo en novela sin tener un plan… no suele terminar bien).
Otra murió asfixiada antes de empezar. Le hice una escaleta tan detallada, tan definida y tan opresiva, que el proceso de escritura se convirtió en un suplicio. Cuanto más planificas algo, más mecánico es el proceso de cumplirlo. Y la escritura no debe ser algo mecánico y muerto, sino algo creativo y muy vivo, que evolucione y crezca conforme tú mismo avanzas y descubres la historia.
La tercera, después de los dos aprendizajes anteriores (iba a poner fracasos, pero la realidad es que me sirvieron de mucho), empezó con muy buen pie. Tenía una idea sólida, un worldbuilding espectacular, un plan en mente y una escaleta bastante flexible. Escribí casi 120.000 palabras y casi llegué al final de la historia. De hecho, ahora que lo pienso, a ese borrador no le faltan más de dos semanas de trabajo. Sin embargo, cometí varios errores muy graves (que te contaré en otro artículo). El peor de ellos: pasar dos intervalos muy largos de tiempo sin escribir. El primero al llegar al punto medio de la historia y el segundo al darme cuenta del impacto que había tenido ese primer parón en el texto completo.
Así que, teniendo en cuenta que durante esa tercera novela escribí y publiqué Memoria Selectiva, decidí que necesitaba aire fresco antes de meterme de lleno con la reestructuración y reescritura que necesitan todas sus partes.
Y acabo de volver a encontrarme con el p*** problema del punto medio.
Mariposas de Acero
Sin prisa, pero sin pausa, he dedicado casi 3 meses a escribir un poco cada día sobre Mariposas de Acero. En total, llevo casi 50.000 palabras escritas. Una cantidad bastante pequeña, teniendo en cuenta que son 75 días de trabajo, pero muy grande si tienes en cuenta que son 50.000 palabras editadas y limpias. Listas para enviarle a cualquier lector cero o corrector.
Pero, ¿adivinas qué? Esas 50.000 palabras son justo el punto medio de la historia. Parece que, cada vez que llego a ese punto, encuentro algo que mina mi confianza y hace que eche el freno al proyecto.
Aunque puede que esté exagerando un poco. No es que yo boicotee el proyecto, es que en 3 meses siempre suceden cosas que nos desvían de nuestro foco principal. Nuevos proyectos (económicamente más rentables), nuevas colaboraciones… y, por supuesto, un otoño que trae enfermedades a casa. O más bien, virus que se ceban con una niña pequeña que, con mucho cariño, los distribuye entre sus padres.
Me he desviado del tema. Déjame que vuelva al núcleo de lo que quería contarte antes de irme por las ramas otra vez. ¿Por qué es tan peligroso el punto medio?
1. Perdemos el interés con el tiempo
Cualquier proyecto vital que te plantees va minando tu pasión poco a poco. Y no me refiero solo al trabajo, también al placer. ¿Te imaginas estar jugando 8 horas al día, todos los días de tu vida, a ese juego que tanto te gusta? Quizá tardes un año, dos o cinco, pero al final acabarás hasta los mismísimos. Lo sé, me ha pasado… he sido, soy y seré un consumidor compulsivo de videojuegos. Me engancho a uno, lo exprimo durante años y luego no los puedo ni ver.
Aunque quizá debería decir que era. Ser padre, escritor, emprendedor, desarrollador… casi cada cosa es un trabajo a tiempo completo. Manejar todas de manera simultánea es… pues eso, imposible, para qué te voy a engañar. Y eso que no me quejo del resultado, es increíble lo que puede llegar a hacer una sola persona.
El caso es que, volviendo a la literatura, hay que intentar terminar los proyectos lo antes posible. Si puedes escribir una novela en 3 meses, mejor que en 6.
2. Pensamos al principio y nunca más
Cuando empezamos un proyecto literario, dedicamos mucho tiempo a estructurar y a pensar en cómo será el mundo, cómo avanzará la trama y hasta dónde nos llevará. De manera inconsciente, realizamos una planificación muy detallada de los primeros compases de la historia (sea en papel o en nuestra cabeza) y dejamos más abierto el final.
Pero ese no es el problema. Es natural preparar mejor el trabajo inmediato y dejar para nuestros futuros yo el diseño del final.
El problema es que, cuando llegamos al punto medio, nos encontramos con libertad para elegir varios caminos diferentes. Es un momento crítico en el que podemos decidir tirar por un lado o por otro. De hecho, es el momento en el que podríamos decidir cambiar el final de la historia.
¿Cómo lo podría arreglar?
- Planificando todo desde el principio. Pero ya te he dicho que eso le quita gracia al proceso de escribir.
- Dedicando tiempo en medio del proyecto a reestructurarlo.
El NaNoWriMo me viene muy bien para explicar este segundo punto. Tenemos la manía de escribir como burros con anteojeras: solo miramos en una dirección y escribimos sin parar. Y eso puede ser bueno, pero tiene sus riesgos. Si eres como yo, y además de escribir trabajas en otras cosas, tu tiempo medio por novela será elevado (de varios meses). Si ese tiempo es demasiado elevado, necesitas programar un día o una semana para revisar tu estructura, dónde estás y dónde quieres llegar.
3. Nos da miedo atar cabos
La ventaja de escribir relatos, es que puedes abrir docenas de mundos diferentes y cerrarlos parcialmente, o no cerrarlos nunca. Sin embargo, cuando se trata de una novela, tienes la obligación de cerrar casi todos los hilos que has ido abriendo. Y eso da miedo.
Quizá, más que miedo estemos hablando de inseguridad. Cada subtrama que has abierto puede terminar de mil maneras distintas. Plantear cómo empiezan y crearle el gusanillo al lector es fácil. Pero, ¿y si no le gusta cómo terminamos la historia?
Contra esto solo tengo una receta: sé firme en tus propósitos para la historia. Por eso, cuando enseño cómo escribir relatos, siempre hago hincapié en dos puntos muy vitales para una historia: el gancho inicial y el objetivo final.
Tienes que grabarte a fuego por qué estás escribiendo esa historia. Cuál será el final, o cuál será la sensación que quieres dejarle al lector cuando termine de leer. Solo así conseguirás vencer las dudas sobre cómo debe avanzar tu protagonista.
4. Queremos hacerlo perfecto, no terminarlo
Otro de los grandes problemas a los que te enfrentas como escritor es tu propia exigencia. Es posible que, si ya llevas un tiempo en esto, te hayas dado cuenta de que cada vez que te sientas a escribir, lo importante es cumplir un objetivo de volumen de palabras, no hacerlo perfecto. Es posible, que ya sepas que escribir es escribir, no editar y corregir.
Sin embargo, quizá no te hayas dado cuenta de que esa misma filosofía debe aplicar al proyecto completo.
Es mucho más importante terminar de escribir una novela que hacerlo bien. Recuerda eso que dijo Hemingway:
El primer borrador de cualquier cosa es siempre una mierda
Para ponerlo bonito, pulir el lenguaje y corregir la estructura, ya estará la fase de revisión. Lo primero que tienes que hacer para llegar hasta ahí es terminar de escribir.
En resumen
Odio llegar al punto medio de una historia. Es el momento en el que he abandonado dos proyectos (aunque los motivos hayan sido muy distintos cada vez) y el punto más peligroso para cualquier escritor.
No cometas el fallo de, llegado a este punto, «dejar pasar un tiempo» para coger perspectiva. Eso funciona con una historia terminada, no con una que está a medias. Si abandonas un proyecto literario a mitad, corres el riesgo de abandonarlo de verdad.
Párate a pensar, recapacita en por qué lo estás escribiendo. Revisa la estructura de lo que tienes y dedica el tiempo que te haga falta (cuanto menos mejor) a planificar tus siguientes pasos.
Y, sobre todo, sigue adelante. No dejes de escribir y no aparques tu historia hasta que esté terminada. Y terminada no quiere decir perfecta, quiere decir que has escrito la última frase y has plantado un FIN en la última página.