Revista Talentos

El regalo es el mensaje

Publicado el 29 abril 2015 por Ivandelanuez

Iván de la Nuez

02.-Juego-de-tronos-guia-de-personajes
Hace unos días, el rey español Felipe VI de Borbón recibió un curioso regalo en Bruselas que fue noticia por partida doble: tanto por quién lo entregaba como por lo que contenía. El quién era Pablo Iglesias, líder de Podemos. El qué, la serie completa de Juego de tronos, una especialidad de este político, dicho sea de paso. (La verdad revelada de la saga le ha llevado a coordinar una antología: Ganar o morir. Lecciones políticas en Juego de tronos).

Desde aquel Caballo de Troya que Ulises ideó para doblegar a los troyanos, hasta el libro de Eduardo Galeano que Hugo Chávez le regaló a Obama para introducirlo en las venas abiertas de América Latina, los obsequios en política siempre han traído implícitos mensajes, trampas o, sencillamente, se han comportado como eso que llamamos “regalos envenenados”. Ahí tenemos a Mao, con su invitación al equipo de tenis de mesa de Estados Unidos para jugar en China y así abrir lo que más tarde conoceríamos como la diplomacia del pin-pong. O los sofisticados trajes de caza submarina donados a Fidel Castro y que, según se ha ventilado, venían preparados para provocarle la muerte. Gadafi, por su parte, solía regalar caballos o camellos, como bien puede testimoniar el expresidente español José María Aznar. Y en tiempos más lejanos, 1886 exactamente, los franceses donaron la Estatua de la Libertad a Estados Unidos para conmemorar el centenario de la Declaración de Independencia.

Ha habido de todo, y con todo tipo de intenciones.

Ahora, en pleno siglo XXI, un político que se ha propuesto regenerar España le entrega una serie de televisión al Monarca del país. No se puede negar la lógica de este regalo. Porque habla de los entresijos del trono o el poder y, también, porque proviene de una generación cuyo salto a la palestra política no se entiende sin su presencia televisiva.

Curioso que, en tiempos de Internet, la televisión recupere una importancia política que empezaba a darse por amortizada. Y que este medio resucite por enésima vez, convertido, como el regalo –y como diría McLuhan-, en el mensaje mismo.

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