Revista Literatura

El relato con la Historia de Giwdul de Hanau

Publicado el 06 febrero 2015 por Cabaltc

Los Cuentos y las Brujas

¿Alguna vez os habéis parado a pensar en quiénes eran las brujas? Mujeres de antaño, rodeadas de un aura de misticismo y superstición.

Pero… ¿qué las hacía tan especiales? Sus extraños métodos, sus conocimientos. El uso de hierbas y plantas para aliviar los dolores y los males, pero sobre todo, una enorme cantidad de conocimientos que el resto de sus congéneres no entendían.

De ahí el temor, el recelo y la violencia con la que fueron tratadas. Y es por eso que aquí os quiero dejar la historia de Giwdul. Una historia que muchos conoceréis, diría que casi todos, sólo que contada desde un punto de vista muy muy diferente.

Con todos vosotros: Giwdul de Hanau.

Antes del bosque

La pobre Giwdul había tenido una vida increíblemente difícil y complicada. Una vida solitaria y llena de desdichas, pero una vida plena de dedicación al conocimiento y al saber. Ya era demasiado vieja, mucho si se tenía en cuenta que había nacido en 1769. Pero a sus 63 años no podía sino recordar con cariño la que había sido su dura infancia.

Siendo niña su padre, el gobernador de Hanau, en Hesse Alemania, había sido uno de los hombres más rígidos y estrictos de toda la ciudad. Tenía normas para todo, órdenes en lugar de peticiones, críticas constructivas en vez de halagos y un concepto de la moralidad extremadamente antiguo y elevado. No existían el gris ni el negro, sólo podía existir un color: el blanco.

Además, y por si fuera poco, Giwdul creció siendo la pequeña de tres hermanos. Sus dos hermanos mayores varones eran los destinados a gobernar y a hacer grandes cosas por el mundo. Pero ella, como buena mujer de finales del siglo XVIII, tenía la obligación de convertirse en una excelente ama de casa o prepararse para vestir el hábito de monja.

En aquel entonces su padre, sabedor del problema que tendría Giwdul para encontrar un marido que la quisiera y la respetase por lo que era y no por ser la hija del gobernador, creyó que lo más adecuado para ella sería entrar en la orden de las monjas benedictinas. Así que a la pronta edad de cinco años, a Giwdul se le asignó una tutora para que estudiase las artes contemporáneas y así pudiera llegar algún día a priora del convento.

No pudo evitar Giwdul, la Giwdul de la actualidad, el sonreír ante aquel bonito recuerdo de su inicio en los estudios de la astrología, las matemáticas, la física y las ciencias naturales.

Porque pronto descubrió que no sólo se le daba bien estudiar aquellas materias, sino que tenía un auténtico don para ellas y, por encima de todo, las adoraba. Sentía que había nacido para saber y conocer todos los entresijos del universo. Y por ello, pronto, muy pronto, se encontró siendo ella la maestra de su tutora.

El exilio

Pasaron los años y Giwdul se convirtió en una muchachita adorable, aunque excesivamente inteligente y ávida de conocimiento para su edad y su tiempo. Su tutora y ella habían conseguido prolongar el momento de entrada al convento a fuerza de distintos compuestos que habían inventado para fingir un sinfín de enfermedades diferentes.

El problema era que su padre ya hacía tiempo que sospechaba de las triquiñuelas de su hija y había puesto fecha a su incorporación a la orden benedictina: su quinceavo cumpleaños.

Así que urdieron el plan definitivo. Giwdul quería pasar el resto de su vida dedicada a la erudición y al estudio. No le importaba lo más mínimo tener que vivir exiliada y perdida el resto de sus días.

Ella sólo quería aprender, investigar, probar y descubrir. Lo demás carecía de importancia.

Así que buscaron por todas las bibliotecas, boticas y herbolarios que pudieron encontrar, hasta dar con la combinación de plantas y setas alucinógenas que necesitaban. Fabricaron un compuesto que en una dosis incorrecta mataría a Giwdul, pero si tenían éxito, conseguiría fingir su muerte durante unas pocas horas.

Al amanecer del siguiente día incluyó una dosis de aquel producto en su desayuno. Y funcionó, se desplomó inerte en medio del comedor y toda la familia lloró dándola por muerta. Qué casualidad que su tutora acudiera aquel día a trabajar en el carro de un pariente suyo, y qué casualidad también que se ofreciera tan amablemente a llevar el cuerpo de la pobre Giwdul hasta la morgue.

Sin embargo nunca llegó a aquella morgue, sino que fue a lo más profundo del bosque. Y allí, en una pequeña cabaña perdida del recuerdo de casi todos los habitantes de Hanau, fue donde Giwdul pudo cumplir su sueño de estudio y soledad.

En el bosque

La anciana Giwdul salió de su ensimismamiento. Ya había invertido demasiado tiempo en recordar tiempos pasados, y tenía muchas tareas que atender.

Como el sol no había terminado de salir, pasó un buen rato en su enorme biblioteca, caminando entre hileras de estantes repletos de sus propios manuscritos y de los libros que la buena de su tutora tuvo a bien enviarle a lo largo de los años. Aquella biblioteca era su vida, su pasión, y por tanto ocupaba más de la mitad de aquella casa.

Suspiró al pensar que no tendría tiempo para volver a leerlos todos y para deleitarse con sus conocimientos. Pero por lo menos sabía que en su mente aun guardaba una buena cantidad de ellos.

Con el alba se encaminó a su parte preferida del bosque, a recolectar helechos, setas, hongos y toda clase de flores y plantas que utilizaba en sus experimentos. Al volver fue rellenando los huecos que había libres en la fachada de su casa. Una fachada que era un enorme mosaico de vivos colores por todos aquellos vegetales que estaba constantemente secando colgados del ingente número de clavos que había ido añadiendo con el paso de las décadas.

El interior de su humilde casa no destacaba menos, ya que todo lo que allí había, eran creaciones fruto de la naturaleza, las herramientas que había conseguido y fabricado y de sus muchos muchos años de estudio y práctica. Llenaban su salón tocones de árbol, rocas, esqueletos de animales, animales disecados y plantas, muchas muchas plantas por todas partes. Secas, recién cortadas, disecadas, aplastadas entre las hojas de más y más libros,… Allí dentro se sentía como una auténtica druida celta.

Volvió a sonreír, pensar en eso siempre le arrancaba una sonrisa. La verdad es que su casa era muy bonita y llamativa.

Como seguía siendo pronto, decidió echarse una pequeña siesta antes de prepararse algo de comer. Así que se reclinó en su butaca favorita y cerró los ojos.

Las Visitas

De pronto unos golpes la trajeron de vuelta al mundo de los vivos. Alguien estaba aporreando con fuerza su puerta. Hizo un tremendo esfuerzo para levantarse de la butaca, pensó que era una pena que sus huesos ya no fueran tan fuertes como antes, y le costara tanto volver a ponerse en pie.

Abrió llena de curiosidad y se encontró con dos niños con más cara de sorprendidos que ella. Sólo que ella llevaba sola más años que los de aquellos chavales juntos, pensó.

¿Qué hacían unos niños tan pequeños y bien vestidos por allí?

Al principio mostraron mucho recelo, pero finalmente, atraídos por la magia que emanaba de los centenares de objetos curiosos y brillantes que llenaban su casa, entraron con ella. Intentó que le explicasen cómo unos niños tan pequeños, bien vestidos y alimentados estaban en una zona tan profunda del bosque, pero no obtuvo respuesta alguna.

No sólo eso, sino que aquellos niños no hacían más que susurrar entre ellos, reírse y burlarse de ella. Qué maleducados eran los niños de noble cuna de estos nuevos tiempos, en los suyos alguien con esa educación y esa manera de hablar no hubiera osado nunca reírse de sus mayores.

Pero qué iba a hacer a parte de ser la perfecta ama de casa que su padre siempre quiso que un día fuera. Además, pensó, se sentía un poco sola, y la compañía, por maleducada que fuera, era bienvenida.

Mientras dejaban que el niño se divirtiera con las cosas de la casa, ella se sentó con la hermana mayor a charlar un rato. No consiguió sacarle mucho, porque ella estaba empeñada en hacerle preguntas sobre magia, conjuros y cosas absurdas que sólo podían interesarle a un niño descerebrado. La magia no existía, los conjuros no existían. Sin embargo le siguió la corriente para ver si así conseguía ganarse su confianza. Hizo un par de trucos baratos con algo de yoduro de zinc para generar humo morado. Algo inofensivo, pero muy llamativo que esperaba le gustase.

Se deleitó al contemplar cómo los niños se habían quedado boquiabiertos. Vaya que si disfrutó, como hacía años que no disfrutaba.

Y llegó la hora de comer, así que les ofreció todos los manjares que pudo encontrar en la cocina: galletas de jengibre, pastel de carne, verduras confitadas,… . Todo lo que tenía para una semana, un banquete digno de las mesas de más alta alcurnia

El Fin

Nunca supo qué les hizo actuar de aquella manera, ni nunca lo sabría. Pero aquellos pequeños diablos la encerraron en su cocina. ¿Por qué? ¿Qué les había hecho? Estaban como locos gritando no sé qué de brujas y demonios mientras destrozaban toda su casa buscando no sabía qué golosinas. Esos niños sí que estaban poseídos.

Lloró amargamente al recordar el tiempo y el esfuerzo que había dedicado a construir y fabricar todas y cada una de aquellas cosas. Aunque lo peor aun estaba por venir. Los niños treparon al tejado y tiraron toda la paja que encontraron por el hueco de la chimenea, cegando el tiro y haciendo que prendieran.

Siguió llorando mientras la cocina empezaba a llenarse de humo y de llamas. ¿Por qué le hacían esto a ella? ¿Qué les había hecho? Nunca había hecho daño a nada ni a nadie. ¿Por qué a ella?

En un intento desesperado, utilizó su último aliento para gritar los nombres de los pequeños, para ver si recobraban el sentido común y su compasión. Pero no, Hansel y Gretel nunca contestaron, dejándola morir abrasada y sola en su cocina.

Escrito por David Olier para El Rincón de Cabal siguiendo el ejercicio de Escritura Creativa sobre los cuentos.

Follow @CabalTC

Sigue el blog por Email

Introduce tu dirección de correo electrónico para seguir este Blog y recibir las notificaciones de las nuevas publicaciones en tu buzón de correo electrónico.


Archivado en: Relatos Tagged: CabalTC, Cuentos, Escribir, Escritura Creativa, Fantasía, Relato El relato con la Historia de Giwdul de Hanau El relato con la Historia de Giwdul de Hanau El relato con la Historia de Giwdul de Hanau El relato con la Historia de Giwdul de Hanau El relato con la Historia de Giwdul de Hanau El relato con la Historia de Giwdul de Hanau El relato con la Historia de Giwdul de Hanau

Volver a la Portada de Logo Paperblog

Sobre el autor


Cabaltc 3578 veces
compartido
ver su blog

El autor no ha compartido todavía su cuenta El autor no ha compartido todavía su cuenta

Dossier Paperblog

Revistas