Resonaba el sonido del caos entremezclado con el rumor del viento,
desorientando alos valerosos caballeros que formaban parte de aquella estirpe que coronaba el mundo con su sabiduría, su fortaleza.Las mentes frías, así era cómo estaban acostumbrados a avanzar. Era la única forma de mantener la guardia alta y todos los francos controlados.La rueda se había puesto en marcha y en algún remoto lugar estaba resurgiendo la chispa. Mundos paralelos, sensaciones ahogadas, luchadores incansables, vidas miserables sumidas en el pánico.
No había posibilidad de identificarles, avanzaban sin insignia. No habían trazado una ruta en ningún mapa.
La sombra del obelisco se reflejaba en la montaña, un gran coloso, avanzaba paso a paso, al ritmo del sol. Allí se hallaba la pieza clave. La yesca que debía ayudar a alumbrar el comienzo del fin, tan ansiado, tan lejano aún.
Se divisaban las pequeñas antorchas que atravesaban el valle, cuya pendiente iba haciéndose más pronunciada, ascendiendo poco a poco hacía las cumbres.
Las murallas impedían el acceso al corazón del sagrado lugar, eran inexpugnables, o al menos eso creían los miserables seres que en su interior habitaban, desde donde enviaban las incursiones de destrucción y miedo, la plataforma que impulsaba la extinción de aquellos valores del antiguo mundo ya casi sumidos en el olvido.
Entre las sombras, oculto por las altas almenas de las tenebrosas murallas, se movía despacio como si fuera un ser de otro mundo, invisible, con mucha cautela, evitando dar la voz de alarma en la fortaleza. Consiguió llegar hasta la fosa principal y desde allí se encaramó con cuidado hasta la ventana que daba a la alacena, se vistió como si fuera un sirviente. Debía ser muy cauto. Era imprescindible su presencia allí.
Pegarse a las espaldas de algunos de los confidentes del Gran Maestre, sólo era cuestión de tiempo Aprovecharía aquellos momentos en los que se encontraban cegados por el vino y la lujuria y entonces ellos mismos le darían la clave para conseguir el éxito en la gran lucha que iba a acontecer.
En el templo todo estaba dispuesto para la ceremonia de iniciación. Los altares con sus estandartes, la imagen del gran señor, cuando estalló la revuelta.
El Maestre observaba a través del catalejo como un buitre volaba en círculos. La curiosidad le incitó a buscar el porqué. Dejó a un lado el pichel que utilizaba para beber aquel brebaje que le ayudaba a soportar los rigores del invierno sobre sus huesos. Un campesino rebuscaba sin descanso junto a sus perros. Carambola, Aquellos montones que desplazaba a uno y otro lado eran cadáveres. Estaba saqueando a los muertos. No entendía que había ocurrido, nadie le había avisado de aquella matanza, si bien era cierto, que nadie le rendía pleitesía ya en aquel lugar.No quería pensar en “El renacer” la antigua profecía no debía llegar nunca a ver la luz, aquello sería la gran hecatombe.Se mordía el labio para no gritar, la sangre resbalaba por la comisura de su boca. La culpa era del jefe de la guardia, él no quería realizar aquella incursión sobre el bosque de los ancianos. Él atrajo los malos augurios. “El Quebranto”, como le llamaban, había sido fiero en la lucha, estaba en el borde de la atalaya cuando ocurrió.El Quebranto” oteaba todo aquel vasto territorio, sin encontrar ninguna señal de ellos, parecían haber desaparecido sin más, “tierra trágame”, fue lo único que se le ocurrió pensar cuando en la distancia sus ojos cansados vislumbraron filas y filas de guerreros que surgían de entre la arboleda.
La profecía, se estaba cumpliendo.
¿Quién resurgiría primero?
Maríjose Luque Fernández
Montaje realizado con fotografías de la red.