Revista Diario

El tintero de oro (Enero 2019)

Publicado el 28 enero 2019 por Sassenach13
¿Qué tal?
Yo encantada. Y cada vez más animada a escribir. Quizá muchos no lo sepáis, pero hace ya unas semanas publiqué una página estática en este blog para recopilar información útil para todo aspirante a escritor. En ella podréis encontrar desde webs con artículos sobre cómo crear personajes y diálogos potentes y creíbles, sitios que resuelven dudas ortotipográficas  hasta aquellos abiertos a la participación. Y digamos que el blog de David Rubio tiene un poco de todo eso. Por un lado es un blog desde el que organiza un reto mensual denominado, "El tintero de oro" (en este enlace podéis leer las normas), y por otro disecciona en pequeñas y preciosas piezas todo lo imaginable para dominar el arte de la escritura y encauzar nuestro talento de la mejor manera posible. De verdad que no tiene desperdicio y que su sitio es una de las mejores lecturas que podéis regalaros si queréis crecer como juntaletras.
Y ¿por qué cuento esto? Pues porque en esta ocasión, traigo un relato escrito expresamente para su reto. No es ni de lejos lo que tenía en mente, y ni siquiera me convence demasiado, pero una vez que he descubierto su sitio, y conociendo, como conozco de primera mano, el esfuerzo que conlleva organizar un reto (aunque el mío no le llega ni a la altura del betún al suyo), no quería postergarlo, ni quería participar con uno de los relatos que he presentado a lo largo de este mes a otros eventos. Prefería darle el protagonismo que se merece. Aunque como digo, no es el relato que más me guste de los que he escrito hasta hoy. Sea como sea... ¡Alea jacta est!
Por cierto, mi propuesta tiene un total de 594 palabras, excluyendo el título. Así que cumplo con los requisitos de extensión de no sobrepasar las 1.000. Cuando la leáis, me encantará conocer vuestra opinión en los comentarios.
Cartel oficial de El tintero de oro
Por cierto, he tenido oportunidad de leer algunos de los de otros participantes y los hay verdaderamente buenos. Da gusto descubrir lecturas de esa calidad. No es fácil últimamente encontrar blogs de escritura creativa.
Os dejo a continuación con mi texto.
LA MUJER DE LOS TRES NOMBRES

Madrid amanece gris como viene sucediendo en las últimas dos semanas. Es lo normal en pleno enero. Miles de almas enjauladas en su costillar de asfalto ansían volar lejos de allí. Maia es una más entre ellas. 

Su vida no ha resultado fácil. Llegó a esta ciudad prácticamente con lo puesto, hace ya varios años. Lo bueno es que a pesar de los contratiempos no ha perdido la perspectiva y continúa siendo fiel a sí misma –si es que alguna vez ha podido descubrir quién es verdaderamente–.

Maia llegó a nuestro país, junto a varios compatriotas, a bordo de una patera cuando tan sólo era un bebé llamado Nassoumi. Y Sobrevivió al viaje gracias al calor que el cuerpo exangüe de su madre, Ndiaye, le proporcionó. No recuerda nada de ello, pero aquella travesía marcó su vida, convirtiéndola en huérfana en patria ajena, pues nadie al otro lado del mar la reclamó.En cuanto se la conoce, uno se da cuenta de que Maia es sobre todo una luchadora. Con su prodigiosa voz hubiera podido llenar estadios; en cambio, su belleza de ébano la convirtió en esclava sexual, truncando su sueño antes de que éste desplegase sus pequeñas alas. Así es como llegó a esta ciudad de lúgubres entrañas desde Cádiz, la ciudad que la acogió al poco de llegar a España. Gaditana de corazón y senegalesa de nacimiento, nunca llegó a echar en falta su país de origen, porque en el nuestro se sintió como en casa desde el primer momento. Por desgracia, a veces perseguir un sueño conduce al soñador a vivencias un tanto tortuosas. Maia sabe mucho de eso. Cuando emigró de Cádiz a Madrid con el propósito de hacerse hueco en el mundo de la música, un representante demasiado ambicioso la vendió, por lo que para muchos hubiese sido precio de saldo. Desde entonces Maia, antes Nassoumi, no es la misma. Mientras su cuerpo yace con el de otros a cambio de techo y comida, su alma, pasada de vueltas de la vida, aspira a olvidar tanto dolor, y pierde poco a poco su luz.

Hoy es sábado y el local está a rebosar. En unos minutos comenzará su actuación. Dos por el precio de uno: la cantante y una de las mesalinas más deseadas de la noche madrileña. Los escasos segundos hasta su irrupción en escena parecen suspendidos en el aire como si todo transcurriera a cámara lenta. Una voz masculina anuncia su número con el entusiasmo y formalidad propios de un gran teatro y con un público más selecto. La presenta bajo su nombre artístico: Giselle Benoit. Llega el momento que todos esperan. Giselle improvisa, aparentemente, una entrada desde las escaleras de la planta superior, pero en el último instante, justo antes de pisar el primero de los escalones, retrocede un par de pasos, se gira, y se deja caer al otro lado de la barandilla mientras en su rostro se libera una sonrisa. El cuerpo impacta con estruendo contra una de las mesas de los asistentes. 

Comienza a reinar el caos entre espectadores y personal de servicio. Mientras la muerte, invisible para todos los presentes, arropa con mimo el amasijo de huesos rotos y músculos retorcidos en que la gran Giselle Benoit se ha convertido. Nadie lo ve, pero la fúnebre señora sonríe y mira con dulzura la silueta inerte de la joven que, tras la caída, ha vuelto a ser tan sólo Maia. 

No lo contéis a nadie, pero yo diría que la oscura mensajera actúa con la reverencia de quien saluda a una vieja amiga.

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Y como siempre, este escrito va acompañado del consiguiente certificado que os da vía libre, para que a través de los comentarios me deis pautas de cómo mejorar mis escritos.
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Hace años, cuando escribía, casi con la misma rapidez con que llegaba el aire a mis pulmones, te invitaba a que paseases también por este rincón. Pero, por un tiempo, las letras me abandonaron y me refugié en el scrap, la bisutería y el mix media. Producto de esa etapa nació:
Afortunadamente, las letras han regresado a mi vida y no pienso renunciar a ellas.Te lo contó Rebeca.

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