Arribamos a Atenas por la noche, luego de casi 30 horas de viaje desde el momento en que salimos de nuestro hogar. El transporte hasta plaza Syntagma, corazón de la ciudad, se demoró más de una hora desde el aeropuerto y a partir de nuestro descenso la avenida Ermou nos condujo, entre el bullicio de la gente y la proliferación de comercios sin pausa, hasta nuestro destino final, no sin antes perdernos transitoriamente entre las calles estrechas e intrincadas.
Atenas se encuentra situada al pie del conjunto arquitectónico que la domina, impertérrito, a través de los siglos: la Acrópolis. Más allá del puerto de El Pireo, al sur, se despliega el azul perfecto del mar Egeo; cuatro millones de habitantes residen en esta ciudad intensa y desordenada, cuyo crecimiento no ha respetado organización ni formas. Aún así, pese al tránsito, a la contaminación y al flujo elevado de personas que la transitan, encierra un encanto diferente al de la Europa clásica, constituído por el sincretismo resultante de las conquistas sucesivas: Roma, Aragón, Bizancio, fueron sólo algunos de los reinos que dominaron Atenas a través de los siglos.
La ciudad se encuentra atestada de iglesias de diversos tamaños, que dan cuenta de la importancia de la religión en Grecia. Si bien durante el siglo VIII Roma y el patriarca de Constantinopla rivalizaban en cuanto a la dinámica del culto católico, fue el emperador Constantino el Grande con su conversión al catolicismo durante el siglo IX quien determinó la religión oficial del país: el 97 por ciento de los griegos es ortodoxo, expresión que significa “creencia correcta”. Las iglesias se caracterizan por la profusión de velas e íconos y el aroma del incienso y la mirra que flotan en el aire; el interior resulta tan atractivo como profuso en ornamentos, lámparas e imágenes.
La gastronomía, para alguien afecto a las verduras como es mi caso, resulta una bendición: los griegos cultivan olivas, tomates, berenjenas, el queso que consumen es el llamado feta, a base de leche de cabra o de oveja, pura proteína con magro contenido de grasa y el yogur es una verdadera delicia. Para los amantes de la comida más contundente, la mousaka es una especie de pastel en capas de berenjenas, carne picada y papas regado con salsa bechamel; y en cuanto a los postres si bien rivalizan con los turcos en cuanto al origen del famoso baklava, existen diversas variedades y la versión griega incorpora más nueces y miel resultando húmeda y muy dulce, ideal para culminar una comida acompañando un buen café.
Monastiraki
Poco queda del antiguo monasterio al que debe su nombre este barrio de Atenas: apenas una pequeña iglesia bizantina que resiste, impasible, el paso del tiempo y el trajinar incesante de las personas por las calles intrincadas. Nuestro hotel se emplaza en esta zona, a pocos metros de la calle Ermou, y por si fuera poco desde la habitación del Athens Lodge se vislumbra tanto la Acrópolis como Mary Poppins ya que se encuentra frente a Little KooK, situado en una esquina triangular que cobra vida propia por las sombrillas que cubren la calle y el colorido de los personajes que presiden cada entrada.
Monastiraki no es sólo el barrio de las pulgas o antigüedades, sino también un mercadillo de tiendas de todo tipo y color que los días domingo florece en todo su esplendor y resulta fácil de recorrer: los vendedores regatean un poco pero no son pesados ni insistentes, así que se puede curiosear a gusto y detenerse sin ser incordiado. El ritmo de trabajo en Grecia resulta tranquilo y pausado, al son de la vida en los bares y los juegos de dados; por ende, para quienes despuntamos el vicio de las compras resulta un verdadero placer deambular por los diversos puestos.
Caminando por Ermou hacia la zona de Plaka se encuentra la plaza de la Cathedral, presidida por la estatua de un patriarca ortodoxo en la que se emplazan dos templos: la pequeña Mitropolis es una iglesia diminuta del siglo XII dedicada a San Eleftherios, con un interior similar a una caverna iluminada con velas. Al lado, inmensa por contraste, se erige la Catedral de Atenas o gran Mitropolis, decorada con maravillosos mosaicos en su espectacular entrada.
Muy cerca de allí se encuentra el cementerio de Kerameikos, cuyo nombre se debe a Keramos, el patrono de los alfareros del que deriva el vocablo cerámica. Fue el sitio oficial donde se trasladaba a los muertos desde el siglo XI a. C. y conserva aún algunas tumbas que pueden avistarse desde afuera; se puede visitar, pero lamentablemente no tuvimos en cuenta el horario y llegamos cuando ya había cerrado las puertas al público.
Plaka
Al pie de la Acrópolis las calles se estrechan, serpenteantes, y proliferan los restaurantes y bares que, solícitos, pretenden captar la atención de cada transeúnte para tentarlo con sus ofertas gastronómicas. Plaka es un barrio que creció de manera irregular y caótica, ya que las antiguas mansiones del siglo XIX se transformaron en museos o en tiendas, y los visitantes eligieron esta parte de Atenas para hacer compras, pasear o tomar algo al aire libre, contemplando la historia desde sus calles.
Plaka se puede recorrer tomando como eje la plaza Syntagma, con el Parlamento como referencia, para evitar dar vueltas en el mismo sentido ante la profusión de ofertas y el laberinto de sus calles. No hay horario predeterminado para los comercios, que están abiertos hasta que el último de los turistas transite por la zona; los precios resultan accesibles y la comida tradicional griega es un festín para los adictos a las verduras, como es mi caso: olivas, tomates, berenjenas y queso feta, exento de grasa por provenir de las saludables cabras, conjugan la más rica de las ensaladas. Los dulces son tentadores, ya que los griegos compiten con los turcos en cuanto a la paternidad del azucarado baklava.
En Plaka también hay lugar para el arte, ya que algunos de los museos más importantes de Atenas se encuentran en su territorio: el Museo Etnológico, el Centro de Artes y Tradiciones Populares, el Museo de Instrumentos Populares. Pero a medida que se va adentrando en el corazón de Plaka, se avista una de las construcciones históricas que aún perduran en la ciudad y que no tiene rival que se le compare: el Foro Romano.