Revista Diario

En blanco

Publicado el 04 febrero 2014 por Anabel

EN BLANCO  
         Cuando Daniel partió hacia el frente llevaba en su petate las esperanzas de quien ha creído la propaganda. Aunque no lo supiera, también llevaba el temor de su madre, el orgullo de su padre y un libro en blanco. Un libro pequeño, de tapas granates de ante, con una tira de piel que lo envolvía. Se sorprendió al encontrarlo, al fondo, bajo unas latas de conserva, no tenía ni idea de quién lo había puesto allí. Tal vez su hermana Matilde, tan  aficionada a la lectura, o su maestro, Don Tobías.  Ni una mención, ni una dedicatoria, nada.  Al recibir la contestación a su primera carta, nadie le dio razón de su origen. Fue entonces cuando se decidió a utilizarlo. Con un lápiz garabateó noches oscuras, vergüenza, dolor, la obsesión por la vida sencilla, por el deber, por el honor ingrato. Línea a línea, dibujo a dibujo, el soldado se vertía en su libro. Manchas de grasa, de barro, un poco de sudor. "La gente disfruta viendo el sufrimiento ajeno, porque su vida es pura miseria"; "brillan las estrellas y me siento solo"; "quiero volver", "ayer recordé a Matilde, cuando encontré entre las ruinas una pelota de cuero como la mía"; "prefiero el whisky"; "las hojas amarillas de los árboles sobre el suelo  parecen pájaros muertos "
              El libro regresó envuelto en papel  de estraza y acompañado por una nota, su madre lo apretó contra el pecho. Por fin su niño volvía a casa. 

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