Holanda, Leiden: "Ciudad-Llave"
Llegué a Borges, entré,
cerré con llave,derribé los muros
- ¡tantos! -,
con las manos desnudas,
de rodillas,
implorando, me encontré
- ¡por fin! -,
a mí
sola,
agonizando
en cada solitario instante,en ese laberinto del espejo,harta ya de Arquetipos y Esplendores,me llené bien la sangre
de aquel verdor perdido
perfumadito de eucaliptosy llegué,
- ¡en buena hora! -,
justo al lugar que la garganta angosta
cuando el sol se pone arrebolado
de nubes y de sombras en mi boca.Desenterré aquel sueño no nombrado,
a paso firme,
sí,
- ¡al fin! -salí....Detrás de todos los efímeros reflejos
yo sé por fin
que este Poeta para siempre
me ha salvado.
Borges, Hôtel des Beaux Arts, París, 1969.
El Ápice
No te habrá de salvar lo que dejaron
Escrito aquellos que tu miedo implora;No eres los otros y te ves ahoraCentro del laberinto que tramaron
Tus pasos. No te salva la agoníaDe Jesús o de Sócrates ni el fuerteSiddharta de oro que aceptó la muerteEn un jardín, al declinar el día.
Polvo también es la palabra escritaPor tu mano o el verbo pronunciadoPor tu boca. No hay lástima en el Hado
Y la noche de Dios es infinita.Tu materia es el tiempo, el incesanteTiempo. Eres cada solitario instante.
Jorge Luis Borges
A boca de jarro