Revista Talentos

En Londres, el Museo Británico, Piccadilly Circus

Publicado el 11 octubre 2016 por Ptolomeo1

mercado-leadenhall Después de un periplo agotador debido a la residencia austral que nos ha sido dispuesta en esta vida, Londres nos recibe abarrotada de turistas ansiosos, como nosotros, de arribar al hotel y comenzar a palpitar su historia, que en este caso no es poca: desde la fundación del primer asentamiento romano en el año 50 d.C., el río Támesis ha sido testigo mudo del devenir de la ciudad.

Con un abanico de posibilidades para recorrer propio de una metrópoli que se remonta al siglo I, el nodo central de Londres se encuentra en la City, el lugar donde todo comenzó y en el que se pueden observar aún algunos restos de la antigua muralla. Al trazado disímil y desconcertante por momentos de las calles se aduna la circunstancia de invertir derecha e izquierda para desplazarse; si bien la señalización es más que puntillosa, conviene estar atento para no sufrir algún susto propio del viajero absorto por la ciudad recién descubierta.

La City o Milla Cuadrada, como la denominan los lugareños, alberga en su trazado la Catedral de St. Paul, primera iglesia erigida en tributo a la fe protestante luego del cisma producido por iniciativa de Enrique Viii. Si bien el edificio original fue destruido por el gran incendio de 1666, el arquitecto Christopher Wren diseñó una majestuosa sustituta concluída en el año 1710 al mejor estilo barroco inglés, con una cúpula descomunal: al mármol  e hierro forjado bañado en oro se añadieron mosaicos para destacar un techo que la reina Victoria criticó por “deprimente y deslucido”.

En el camino hacia el Monumento, así llamado porque la llama dorada que lo corona conmemora el renacimiento luego del incendio que comenzó en el lugar de su emplazamiento y destruyó la ciudad en el siglo XVII, se puede observar el palacio que habita el Lord Mayor de Londres, llamado Mansion House. Es factible visitarlo pero nuestro objetivo es menos opulento y se encuentra algunas calles más allá; cabe destacar que en Londres hay que pagar entrada en casi todos los edificios históricos con excepción de los museos, que son gratuitos.

Así, caminando entre las personas que se desplazan con la urgencia febril de la City entre una enorme cantidad de turistas munidos de cámaras y teléfonos celulares que fotografían casi todo a su paso, llegamos hasta el mercado Leadenhall, uno de los más antiguos de la ciudad. Es un edificio victoriano que cuenta con bares, restaurantes y algunos comercios clásicos entre los que destaca Lamb Tavern, que se remonta al año 1780; la mañana concluye mientras reponemos fuerzas con un capuchino antes de arribar a nuestro proximo objetivo.

El Museo Británico

museo-britanicoComo sucede con la mayoría de los museos que albergan tesoros de culturas diversas, resulta imposible recorrer en unas horas los cuatro kilómetros de extensión en los que se concentra una diversidad de antigüedades de todos los tiempos. El Museo Británico es un edificio que debe su condición a sir Hans Sloane, quien durante el transcurso de su vida se dedicó a coleccionar objetos antiguos de toda índole y llegó a poseer unos 71.000; a su muerte, en el año 1753, legó al estado este tesoro personal y a consecuencia de esta decisión se fundó el museo para albergarlos.

Un antiguo espacio abierto alrededor de la que fuera la Sala de Lectura es ahora el Gran Patio, cerrado como plaza pública techada que fuera inaugurado en el año 2000. El arquitecto Norman Foster lo imaginó como un gran espacio de recepción donde se puede palpitar el corazón del Museo: para que no queden dudas de los tesoros que va a encontrar el visitante, la cabeza del faraón Amenofis III se encuentra entre las estatuas que circundan el Gran Patio: data del siglo XIV a.C.

En nuestro caso teníamos determinadas las salas que más nos interesaba visitar habida cuenta de la tiranía del tiempo y del cansancio que, por experiencia, comienza a manifestarse luego de varias horas de recorrido. Así que comenzamos por la Galería de Escultura Egipcia para observar la Piedra Rosetta cuya copia nos enseñara Ahmed en el Museo de El Cairo, meses atrás. La más que admirada piedra tallada permitió descubrir los misterios de la escritura jeroglífica al contener el mismo texto en esta escritura, en demótico y en griego antiguo a partir de su hallazgo en el año 1799.

Las momias egipcias y los objetos extraídos de antiguas tumbas son vecinos de los descomunales gigantes asirios y de los murales del palacio de Nínive del siglo VII a. C. En el tercer piso las galerías de Medio Oriente incluyen una porción de relieve del Código de Hammurabi, objetos de tumbas de antiquísimos reyes sumerios y estatuas de deidades de la misma época remota, entre las que se encuentra la diosa Ishtar personificada como Reina de la Noche, con garras de ave en lugar de pies, de pie y triunfante entre animales nocturnos.

Los amantes del período grecorromano no saldrán decepcionados, porque los Mármoles de Elgin que cubrían las paredes del Partenón se encuentran en el Museo Británico, así como bellas estatuas de diosas como Afrodita y Démeter, en tanto que Apolo exhibe el cuerpo perfecto al que eran tan afectos los griegos. Filósofos como Sófocles, de tallada testa augusta, también tienen su sitio en este edificio.

El Islam, Asia, América, tesoros de Gran Bretaña y hasta un moai de la Isla de Pascua se despliegan en las galerías del Museo Británico. Para honrar una de las tradiciones a las que tan afectos son los habitantes de este país, antes de partir nos instalamos en la elegante cafetería del tercer piso a reponer fuerzas con un té acompañado de scones con mantequilla y jalea: el día había transcurrido y, ávidos por nuevas experiencias, era nuestra primera comida desde el ya lejano desayuno.

Piccadilly Circus

piccadilly-circusRoger Baker era un sastre londinense que en el siglo XVII se especializaba en piccadillies o cuellos, llamados así porque el esforzado Baker residía en Pickadilly Hall, como se denominaba su residencia que luego comenzó a dar nombre a la calle.

Seguramente el artesano no imaginó que siglos después, con el añadido del término Circus para aludir al espacio circular y abierto en el que se produce la intersección de la antigua Piccadilly con Regent Street, la estatua conocida como Eros se elevaría a cielo abierto como una imagen icónica de Londres sobre la que fuera su morada siglos atrás.

En realidad, la escultura de aluminio fue concebida como Anteros, hermano gemelo del dios del amor, pero ante el revuelo que en el año 1893 provocara su desnudez se intentó asociarla con el ángel de la caridad cristiana. El cometido fue en vano, y la bella estampa concebida por el escultor Albert Gilbert impuso su condición de dios del amor y la sensualidad ante los habitantes y visitantes de la ciudad.

Piccadilly Circus es una frenética confluencia de comercios, teatros y edificios, fuente de inspiración de cantantes, pintores y fotógrafos y centro comercial por excelencia de Londres; es también punto de encuentro de lugareños y turistas que cada tarde se dan cita en este punto neurálgico de la ciudad, seducidos por su ritmo palpitante. Es, en definitiva, el lugar donde el West End londinense se despliega en todo su esplendor.

Todas las fotografías resultan, como de costumbre, mérito exclusivo de Juan.


En Londres, el Museo Británico, Piccadilly Circus

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