Nueva York nos recibe en el aeropuerto John F. Kennedy con un día soleado y frío. Mientras aguardamos que el chofer del transporte diagrame el itinerario de acuerdo al alojamiento de todos los pasajeros me dedico a observar la efervescencia de la ciudad, el tránsito incesante, el trajinar de la gente.
Una vez instalados en Staybridge Suites Times Square el cansancio del viaje no nos impide dar una primera vuelta caminando despacio hacia la calle 42 y desde allí seguimos hasta Broadway que se despliega, vibrante, ante nuestros ojos. Quien visita Nueva York debe concurrir a algún espectáculo de los múltiples que se exhiben en esta famosa arteria, entonces nos aseguramos las entradas para The Lion King el próximo martes, en función vespertina.
Seguimos caminando por calle 42 hasta llegar a una de las joyas arquitectónicas de la ciudad: Grand Central Terminal, construída sobre la estación original que se remonta a 1871. Hay que detenerse y contemplar el Vanderbilt Hall, con una superficie de 1.100 metros cuadrados cubierta por techos tachonados de luces que simulan estrellas, el reloj de bronce con esferas de ópalo y las maravillosas arañas que iluminan los pasillos circundantes.
En plan gastronómico cuenta con el famoso Oyster Bar & Restaurant y con varios comercios para comer, degustar café o beber algún trago por la tarde. El mercado ubicado en Grand Central es un espectáculo en sí mismo por profusión de productos y exhibición impecable: pescados, carnes, confituras, especias, repostería, panadería, frutas; cada puesto compite en delicadeza y diseño. La ciudad comienza a vestirse para festejar Halloween y tanto adorables calabacitas como fantasmas dulces se pueden adquirir en algunos de los pequeños comercios.
Origins, Aveda, L´Occitane y Diptyque se encuentran entre los más de cien negocios del interior de Grand Central Terminal, que hoy es el centro comercial más rentable de la ciudad. No es extraño, ya que se calcula en un número aproximado a 750.000 las personas que a diario circulan por este sitio emblemático, una visita obligada para el viajero por tradición e historia.
El magnífico edificio Stephen A. Schwarzman ubicado en la superficie del Bryant Park alberga una de las bibliotecas públicas más grandes del orbe, con un catálogo que abarca tanto ciencias sociales como bellas artes y humanidades. Construído en estilo beaux-arts, se encuentra flanqueado por las esculturas en mármol de los leones Fortaleza y Paciencia que lo custodian desde el año 1911; no son los únicos representantes del noble reino animal pues entre la decoración de sus tres plantas se pueden encontrar aves, grifos, abejas, delfines, entre otras criaturas.
En el primer piso el visitante encontrará una sala que alberga más de 10.000 mapas sólo de la ciudad de Nueva York y configura una de las colecciones más completas del mundo. En otro sector la hermosa sala iluminada con arañas magníficas y tapizada con murales aloja la Hemeroteca DeWitt Wallace; a ambas se accede por las escaleras que se descuelgan sobre la entrada de mármol blanco y conducen a este verdadero templo sagrado para los amantes de la literatura.
La segunda planta está reservada al personal y a la División de Investigación, en tanto que en la última se encuentra la Rotonda Mc Graw, cuyos paneles de madera revestidos con murales preanuncian la Sala Principal de Lectura Rose, que compite en longitud con un campo de fútbol americano. Como no se puede acceder a todo en la vida comprobamos con alguna desazón que se encuentra cerrada temporariamente por trabajos de preservación hasta el año 2016, así que la visita quedará para la próxima vez.
Optamos por retornar a la planta baja para conocer la interesante exposición temporaria “Public eye: 175 Years of Sharing Photography”, que transita la historia de la fotografía desde el daguerrotipo hasta las redes sociales de nuestros días. Las horas han pasado sin sentirlas y enfilamos el regreso por calle 42; previamente nos detenemos en el pulmón verde del Midtown.
Bryant Park
Este bucólico espacio rectangular está ubicado entre las calles 40 y 42 y las avenidas Quinta y Sexta, posee reminiscencias francesas por sus restaurantes y bares, el carrousel y la diversidad de personas que se dan cita atraídas por su encanto. A esta altura del año comienzan los preparativos para armar la pista de patinaje sobre hielo, así como la instalación de los puestos de artesanos que componen la tradicional feria de Navidad.
Es posible obtener conexión gratuita a WiFi y los baños públicos son impecables y han sido galadornados por dicha condición, comprobada in situ por una querida amiga en una de sus tantas visitas a esta ciudad. Aunque se respira un aire sosegado al transitar por sus recovecos, Bryant Park está rodeado de rascacielos, algunos de ellos emblemáticos como American Standard Building o Grace Building, en tanto que enfrente se ubica Bryant Park Hotel, uno de los establecimientos más prestigiosos de Nueva York.
Nosotros recorrimos sin prisa este magnífico paseo que resulta un oasis vivificante entre el cemento, hasta que vencidos por el cansancio retornamos a nuestro alojamiento en procura de un descanso reparador. Nueva York había comenzado a desplegarse ante nuestros ojos con su ininterrumpida intensidad: cada uno de sus rincones representa una pluralidad de posibilidades.
Todas las fotografías resultan mérito de Juan.