Desnuda en la cama abrazada a la almohada, descansaba aún, de aquella extraña pero ardiente noche que había vivido, con aquel desconocido, sin saber si aquel encuentro volvería a producirse. Realmente nunca se habían citado, recién acababan de encontrarse…… Estaba aún adormilada, cuando tuvo la sensación de que alguien la miraba profundamente, levanto la vista y se topo con aquellos ojos color de miel, brillantes, que la traspasaban.
Intento recordar si le conocía de algo, pero no le sonaba aquel rostro. Lo hubiese hecho, pues no era fácil de olvidar. Moreno pelo fuerte, flequillo a un lado, un poco fuera de onda, como si fuera un pequeño tupe. Gafas metálicas de fina montura.
Vestía vaqueros y camisa de marca y por supuesto zapatillas casual……….
No le disgustó su presencia ni su físico.
De repente el tren se paró, habían llegado a la siguiente estación, las puertas se estaban abriendo mientras un bullicio de gente traspasaba el umbral, y en ese preciso instante, sintió una mano sobre la suya. Le entrego un pequeño papel y le cerró la mano delicadamente.
Sintió sus mejillas arder, no se atrevía a abrir la mano, no levantó la mirada hasta que el tren paso la siguiente estación. ¿Se habría dado cuenta alguien más?
Aún espero a estar en el andén para leer el contenido de aquel papel blanco.
Cuando lo abrió se sorprendió enormemente. Un corazón y dos flechas, un nombre y una interrogación……
Que buen rato de risa se habría pasado aquel chico, después de realizar tal hazaña.
Reanudo el paso rápido no quería llegar tarde, ya era demasiada larga la jornada laboral para tener que incrementarla más aún.
No volvió a recordar aquel incidente durante el resto del día.
Cuando llego a casa, cansada, siguió su rutina, los zapatos, siempre liberaba primero sus pequeños pies de su prisión, la encantaba sentir el roce del suelo bajo la planta de sus desnudos pies.
Después el vestido azul celeste de dibujos raros, como ella solía nombrarlo y una bañera de agua caliente con olor a lilas el complemento ideal para acabar con cualquier malestar, mal humor o cansancio de aquella agotadora jornada.
Le gustaban las lilas y una vela estaba también encendida allí al pie de la bañera, una luz tenue la acompañaba. Vibraba su piel al son de aquella linda melodía que tanto le gustaba escuchar.
El olor se impregnó en su suave y delicada piel que cubrió con aquella bata de blanco satén y con sus pies desnudos se dirigió a la cocina donde una jarra de leche fría la esperaba.
Se recostó en el diván de rayas azules que hacía tiempo compro en aquel pueblo tan pequeño y bonito que había visitado en su compañía, hacía ya unos 10 años..
Una manta de suave lana la cubrió las piernas que sentía frías después del largo baño.El otoño había llegado acompañado de un descenso importante de las temperaturas, pero ella se negaba a encender todavía la calefacción.
Un libro, suave y romántica música le hizo compañía el resto de la tarde, que fue corto.Su gatita gris, Perla, así la llamaba, se acurruco junto a sus pies, no la disgusto, al revés agradeció el calorcito que su abundante pelo desprendía.
Al abrir el libro un trozo de papel cayo al suelo, Al verlo recordó lo que aquella mañana aconteció. La gata salto y empezó a jugar con él, y termino haciéndolo pequeñas más bien menuditas trizas y volvió a caer en el olvido aquel hecho sin más.
La noche su velo tupido extendió y el silencio se hizo dueño de aquel pequeño apartamento donde Lisa vivía..
Estridente ruido el de aquel despertador que su vecina utilizaba para levantarse, y que ya apenas le dejaba volver a conciliar el sueño. Era medía hora, durante la que Lisa se hacia la remolona, encogida, tapada con su cómodo, caliente edredón nórdico.
La gata entonces abandonaba la cama y se dirigía a su rincón junto al pequeño mirador. Desde allí se podía vislumbrar el amanecer.
Si tardaba, perla se ocupaba de regañarla, maguando continuamente, hasta conseguir ser tan molesta que no tenía más remedio que levantarse.
La casa estaba helada, que frío. No tendría más remedio que prender la calefacción aquella noche.
Como cada mañana, su ducha rápida y fría, que mantenía su piel firme y tersa, y por su puesto un café concentrado, cocía en la cafetera de acero inoxidable de la abuela a fuego lento mientras ella se preparaba despacio sin prisas.
Era una persona tranquila, le gustaba disfrutar de cada momento, las prisas normalmente no se hacían dueñas de su persona.
Un maquillaje light, no necesitaba más, a pesar de haber pasado ya la cuarentena, se mantenía hermosa y en forma. No iba al gimnasio, no tenía dinero ni ganas, pero andaba y mucho.
Intentaba ir andado a todos los lugares, cercanos o lejanos. Evitaba los transportes públicos si podía, le agobiaba aquella muchedumbre adormilada, maleducada que usualmente se encuentra uno en la ciudad.
Últimamente no tenía más remedio que usar el metro, el traslado que se había visto obligada a aceptar, la llevó a una oficina a la que no era muy razonable llegar andando, estaba en los suburbios de la ciudad, y además el horario tampoco le facilitaba las cosas.
Se dirigió con paso seguro pero tranquilo hacia la boca de metro cercana a su domicilio y tuvo suerte, aquella mañana, no había demasiada gente esperando, tal vez, el anterior tren había llegado con retraso y acababa de marchar.
Pudo elegir sitio, junto a la pared del siguiente vagón, como intentando sentirse segura, resguardada en caso de avalancha matutina.
Sacó su libro, no su tablet, le gustaba pasar las hojas de los libros, se resistía a las nuevas tecnologías.
Su tarjeta de transporte había quedado prendida al libro. No se había dando cuenta al guardarla en su mochila. Una mano se la acercó, antes de que ella hubiera tenido tiempo para reaccionar y agacharse a recogerla.
Sus dedos la rozaron, y sus miradas se mantuvieron mientras ella le daba las gracias por su amable ayuda.
Su corazón latió rápido, demasiado, su asombro era visible y su malestar palpable.El le pidió disculpas, si la había importunado y ella simplemente negó con la cabeza mientras volvió la mirada hacía su libro.
Aquello duró solo unos minutos aunque a ella le parecieron eternos, No pudo evitar levantar la mirada, él la observaba con una sonrisa.
Era él. Aquel extraño desconocido………………….
MariJosé Luque Fernández.Si queréis votar.PREMIOS BITACORA 2014 MEJOR BLOG PERSONALhttp://bitacoras.com/premios14/votar/37630b40840257ccbfa9e2f748bbb5c24e5ebd6d