¿Os habéis topado alguna vez con un adicto o adicta al drama? ¿Alguien que necesite sentir que su vida es una novela donde él o ella es protagonista? ¿Tenéis un amigo, hermana, vecina o compañero de trabajo que busca desesperadamente llamar la atención como víctima del amor o como defensor o defensora de causas perdidas? ¿Habéis coincidido con alguna persona nominada al Oscar por la mejor sobreactuación? ¿Tu amiga lo ha dejado y se ha reconciliado tantas veces con el novio que te ha dado tiempo a cambiar de década, de peinado y de sector profesional? A todos esos especímenes he decidido etiquetarlos con el nombre de "enfermos del drama".
Para quienes sorprendentemente hayan llegado hasta aquí respondiendo "no" a todas las preguntas, les facilitaré la tarea. "Enfermo del drama": dícese de aquella persona incapacitada para crear escenas con nuevas posibilidades de resolución y necesitada de dolor y amargura para inventar historias en las que es la heroína o la víctima. Y añadiría el hecho de que su escenario favorito sean las relaciones amorosas. O por lo menos es en ese ámbito donde yo lo he visto con mayor frecuencia. Esos comportamientos también se pueden dar en relaciones paternofiliales o amistosas, pero donde son más fácilmente identificables es en una relación amorosa. Y en este ámbito, no importa la inclinación sexual, lesbianas, gays y heterosexuales pueden ser igualmente "enfermos del drama".
Sinceramente, no sé muy bien cómo se llega a ser un "enfermo del drama". No sé si una relación conflictiva te predispone a querer sentir continuamente la adrenalina de las discusiones o si el origen es fruto de una falta de autoestima. No tengo una respuesta para esto. Lo que sí tengo claro es que hay personas en este mundo que complican todo lo que tocan. Hay quienes se sienten atraídas por relaciones sentimentales solo por el hecho de vivir un día a día de drama, sentirse víctimas o jugar a que maduran y forman una familia ficticia. Quizás habría que leer más a Freud para entender por qué el hombre puede llegar a gozar sufriendo. La vida no es perfecta y a veces se vuelve más difícil de lo que nos esperamos, de modo que buscar deliberadamente complicarla me parece cuanto menos retorcido.
El caso es que cuando he presenciado discusiones recurrentes y previsibles entre parejas me pregunto qué les lleva a eso y qué obtienen con ellas. Ver a una persona montar una escenita a su pareja de manera habitual no es plato de buen gusto para nadie. Ni para la pareja ni para los espectadores. Los "enfermos del drama" no pueden vivir sin repetir esos hábitos, esos comportamientos nocivos. Cuando tienen un momento de tranquilidad, buscan inconscientemente algo que está mal en su relación o en su pareja. Y si alguien les intenta abrir los ojos sobre su tendencia adictiva al drama lo interpretan como una confrontación.
Si algo he aprendido en el camino de la madurez es a no malgastar mi energía en los pensamientos con los que podemos crear un drama o dolor emocional para mí o mis seres queridos. Dedicar tiempo a los conflictos puede hacer que te pierdas algo bonito en la vida o a ser tú misma quien arruine un momento especial. ¿No os parece?