Revista Literatura

Érase una vez...

Publicado el 05 mayo 2011 por Marga @MdCala
Érase una vez...
Mientras reviso -una y otra vez- mi trabajo, no dejo de leer a otros cuentistas que en el mundo son. He encontrado diversas opiniones personales sobre qué es un cuento y algunas afirmaciones y disquisiciones acerca del relato corto. Raro es el escritor que no ha sucumbido al encanto de lo efímero, y es que, como dijo una vez un pájaro al ser preguntado -con cierta malicia- sobre el porqué de la brevedad de sus cantos: Tengo muchos, muchísimos cantos y me gustaría cantarlos todos.
Fue William Faulkner quien dijo que era más difícil escribir un cuento que una novela. No estoy totalmente de acuerdo con esto, pues yo me encuentro más cómoda y resuelta en una historia de poco más de tres cuartillas. Las he escrito de una, de dos, de tres, de cuatro y hasta de diez páginas. De algunos cuentos me siento más orgullosa que de otros, por supuesto, aunque a todos los ¿quiero? por igual, como pensamientos míos que son.
En ciertos textos me retrato bastante y en otros, nada en absoluto. Eso es lo mágico de la escritura: inventas y vives, por tanto, tantas existencias como deseas. Cuantas tu mente te permita. No hay límites para la imaginación. No te coarta el dinero, la salud, el físico, el psíquico... Stephen King escribió El Resplandor, de forma autobiográfica, en un ataque de alcoholismo agudo y como catarsis a su estado emocional de aquel momento.
Cuanto más se siente, mejor se escribe. No hago caso a la máxima que aconseja lo contrario. Incluso hay relatos que se perfilan solos en la pantalla del ordenador, como si tú estuvieras de algún modo poseída por la ficción y sólo fueras su vehículo conductor...
Pritchett definió el cuento como algo vislumbrado al pasar con el rabillo del ojo. Updike dijo: estos empeños de apenas unos miles de palabras retienen los sucesos, apuros, crisis y alegrías de mi vida, con mayor fidelidad que mis novelas; y William Boyd aseguró que es la epifanía fugaz y cotidiana, la autobiografía sumergida... Tampoco puedo dejar de citar a Borges, como uno de los grandes autores y cuentistas de todos los tiempos. En él y sus relatos cortos tengo concentrada una gran parte de mi tiempo, estos últimos días.
Para mí un cuento es una oportunidad de soñar. Un camino que recorrer que nunca nos cansará porque nació ya breve. Un buen rato para recordar y acaso pensar. Ese pedacito de memoria remodelada a mi antojo. Un cuento es una pequeña fantasía... ¿y quién querría renunciar a eso? Ya lo dijo hace muy poco la gran Ana María Matute: quien no inventa, no vive.
Amén.

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