Revista Literatura

Error

Publicado el 26 febrero 2013 por Alex Vonkarma @alexvonkarma

La noche discurría por Madrid y ya era hora de irse a dormir, o por lo menos de intentarlo.
Con el pijama aun mojado por la ducha me abalancé sobre las almohadas y el edredón de la cama. Cogí el móvil y eché una rápida ojeada a mis principales contactos para ver si me habían escrito algún mensaje. A la vez que discurrían mis ojos por la pantalla, mi mente me decía que tenía que escribirte.
De pronto, y bajo tu nombre apareció la notificación ‘en línea’. Sonreí con cierto grado de preocupación y te hablé.
Comencé con aquel típico ‘Hola’ que al menos me permitiría saber si sentías un ápice de interés por hablarme, o directamente saber si ya formaba parte de tu pasado.
Las sábanas comenzaron a envolverme poco a poco, al mismo nivel que la conversación se hacía cada vez más y más dolorosa. Ya habíamos llegado al tema de porqué no era lo mismo, y poco a poco iba muriendo con aquella notificación de ‘escribiendo…’
Decidí tirar el móvil por unos instantes hasta que contestaras a mis preguntas, y tomar aire para asimilar cualquier respuesta. La conversación se había convertido en un campo de batalla, donde uno de los dos iba a sufrir más que el otro.
*Bip, bip* hizo el teléfono al llegar tú mensaje; con mis manos apenas alcanzaba a descodificar la contraseña que le había puesto al móvil.
“Lo siento mucho, solo fuiste un error... y aunque me cueste admitirlo nunca tendría que haberte dicho aquellas palabras.”
¿Acaso todo lo que me dijiste era mentira? ¿Ya no existía en tu corazón mi recuerdo? ¿Por qué dices eso? Estas y un millón de preguntas más comenzaron a rondar por mi cabeza. Mis ojos comenzaron a llorar y llorar, rompiendo el silencio que la noche había establecido en su reino.
La situación había cambiado por completo. habías dejado de quererme, de llamarme príncipe en tu mente y de desear un futuro a mi lado.
Las lágrimas que brotaban de mis ojos comenzaron a escocerme por las mejillas hasta que se perdían por la almohada.
No sabía que decirte y mucho menos en que pensar, aquellas  palabras se habían convertido en puñales que se habían clavado en mi corazón a la vez; y comencé a sentirme como se sintió Romeo al enterarse de la muerte de Julieta, como vivió Dido la huida de Eneas de Cartago…
Intentando mantener la calma puse mis dedos, aun temblorosos, sobre la pantalla táctil y tecleé un mensaje:
“No te preocupes, no pasa nada...”
Y tras soltar aquella mentira, apagué el teléfono, y dándome cuenta de que solo había sido un error, comencé a llorar amargamente por toda la eternidad de aquella noche.
Error

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