Revista Literatura

Estoy aquí

Publicado el 27 marzo 2013 por Alex Vonkarma @alexvonkarma

Mi respiración agitada me impedía mantener la calma en medio de la oscura noche.
Intenté reconocer algo de aquel lugar: algún olor, sonido, o cualquier cosa que me pudiera decir dónde narices estaba. Pero no lo conseguí; solo pude saber que no tenía ni la más remota idea de donde estaba.
Con la cabeza cubierta por mis temblorosas manos intenté controlar mis sentimientos como siempre había hecho, pero en esta ocasión me era imposible, tenía auténtico miedo.
-¡Estoy aquí! – grité desde lo más dentro de mí ser, mientras sentimientos como: la ira, la rabia, y la desesperación me consumían poco a poco.De pronto escuché un pequeño ruido cerca de donde me encontraba; me incorporé y caminé a tientas como hace un niño pequeño de noche.
El camino se me hacía eterno, y en realidad no sabía si esos ruiditos eran reales o un producto de mi imaginación. De pronto me topé con una pared, lisa y regular.
La palpé con las manos intentando averiguar su extensión pero no lo logré aquella pared parecía infinita; de nuevo la tensión se apoderaba de mí y volví a escuchar murmullos mucho más cerca.
-Estamos aquí – se podía escuchar levemente y con mucho esfuerzo.
Me sequé las lágrimas de nuevo y ahora sí había encontrado algo que no era la pared, una puerta; una puerta atrancada y bien cerrada. Calculé un par de pasos para atrás en línea recta y me abalancé sobre ella con el hombro, sintiendo un intenso dolor por el choque.
La puerta permanecía impasible a los golpes. Volví a intentarlo y en esta ocasión conseguí romper un poco la madera. Me aproximé a ella y comencé a darle golpes con la pierna como si ésta fuera un martillo percutor, y lo estaba consiguiendo, poco a poco se iba abriendo.
Ya por último comencé a dar golpes a la cerradura con todo mi cuerpo: mis manos, mis piernas, ambos hombros etc. Estaba totalmente destrozado: las manos sangraban y las piernas estaban cansadas, y yo ya no sabía qué hacer.
Me senté exhausto por el esfuerzo físico y agotado por la desesperación me apoyé sobre la puerta. Ésta finalmente se abrió, y me giré inmediatamente en busca de aquellos murmullos.
Miré a un lado y al otro; y allí me quedé dándome cuenta de que no había nadie, seguía igual que antes, igual de solo.
Estoy aquí

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