Con la resaca de ternura que deja la Navidad, aquí ando, acomodando al 2015 en el cajón de la memoria. Primero lo he envuelto con mucho cuidado entre sábanas blancas con puntillas de hilo. Lo hago en honor a todo lo bonito que viví. Luego, he dejado muy cerquita, en un rinconcito del cajón de la cómoda, unos jabones con olor a manzana para que endulcen el aroma de aquello que me hizo daño. Espero que este 2016, que ya está colocado boca abajo en el útero materno del tiempo, traiga con él la alegría, la paz y sobre todo la esperanza.