Revista Literatura

Flor de papel blanca

Publicado el 08 abril 2013 por Alex Vonkarma @alexvonkarma

Las piernas de Johann caminaban con pasos lánguidos por la acera de la Rue du Repos. Su mano derecha cubierta por un espeso guante negro acariciaba los porosos ladrillos del muro, de los cuales se desprendían pequeñas escarchas de las continuas impregnaciones de pintura de baja calidad realizadas por el servicio de limpieza francés.
Johann iba ataviado con un largo abrigo negro que le cubría hasta las rodillas, donde se podía ver un pantalón de corte italiano y unos Martinelli negros. En su cuello una espesa bufanda de punto le daba dos vueltas ocultando su cicatriz del labio, su única marca.
Salio de la Rue du Repos, donde ésta confluye con la Av. Gambetta, y se daba cuenta de que llegaba tarde a su última cita.
Las ramas de los árboles se movían bruscamente como si de una danza macabra se tratase a causa del gélido viento que se convertía en una causa más por la que Johann se subía el cuello del abrigo.
Un cortejo fúnebre compuesto por familiares, amigos y clamores, acompañaba a un ataúd hacia el campo santo. Johann caminaba a unos diez metros de ellos, de una manera silenciosa pasando de inadvertido; los presentes se pusieron alrededor de la oquedad, y tras soltar unas breves palabras por parte de un familiar, el ataúd comenzó a descender lentamente hasta que tocó fondo y los sepultureros retiraron la grúa manual y sellaron la lápida.
Una mujer dejó una rosa blanca sobre el mármol recién puesto y abandonó el cementerio. Oculto entre los cipreses, el hombre que vestía totalmente de negro la persiguió con la mirada nublada por la impotencia y las lágrimas hasta que ella desapareció.
Estaba solo, y salió de su escondite. Con un paso sereno se acercó a aquella tumba dónde podía leerse:
Johann Abadie Louet” 1986 – 2013
Johann se había enterrado así mismo, mejor dicho: Había enterrado a su antiguo él. Sacó la mano del bolsillo derecho y sacó una flor de papel blanco y la soltó con desprecio sobre su tumba.
Se colocó de nuevo el guante sobre su mano impasible y tras observar por última vez su tumba, abandonó para siempre el cementerio Père Lachaise y su antigua vida, la cual había quedado atrapada para siempre en ese ataúd.
Flor de papel blanca

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