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GALA DE PREMIOS 34ªED. ¿SUEÑAN LOS ANDROIDES CON OVEJAS ELÉCTRICAS? DE PHILIP K. DICK.

Publicado el 30 diciembre 2022 por David Rubio Sánchez
GALA DE PREMIOS 34ªED. ¿SUEÑAN LOS ANDROIDES CON OVEJAS ELÉCTRICAS? DE PHILIP K. DICK.
«La Gala no fue más que el principio»David Rubio

Las fábricas. Parece que en estos tiempos solo hay fábricas. Estas dibujan el horizonte de la ciudad sobre un cielo que sigue gris. Ya lleva más de dos meses así. Nunca antes había estado tanto tiempo de ese tono. La niebla oscura es cada vez más intensa. No hay recoveco en la ciudad que se escape de ella. Emana de las grandes chimeneas; esas mangueras de hormigón anexas a las fábricas. Las malditas fábricas. Hay mucho que fabricar, aunque la mayoría no sabe muy bien el qué.

GALA DE PREMIOS 34ª ED.¿SUEÑAN LOS ANDROIDES CON OVEJAS ELÉCTRICAS?DE PHILIP K. DICK

La calle continúa solitaria. Comienza a ser tarde y la poca gente que queda se resguarda en donde puede. Solo soledad y esa niebla negra.
    De pronto, un aerocoche aparece esquivando las chimeneas y aterriza en medio de la calzada. Es silencioso. De él sale un hombre. Parece joven, aunque un poco cansado. Va vestido con una túnica amarillenta larga. Es menudo, caminar aparatoso y con unos enormes brazos desproporcionadamente grandes asomando entre la túnica. Atraviesa la avenida y tuerce por un cruce pequeño hasta aparecer en una estrecha callejuela. La niebla es más intensa en ese paso. Sigue unos metros y sale a una pequeña replaceta, como una rotonda peatonal con una escultura en el centro, una especie de tintero mugroso. Lo bordea dirección a un edificio grande a un lado. Parece la mezcla de una nave comercial y un templo antiguo. En la cabecera de la puerta se aprecia un rótulo desgastado, casi destrozado, del que aún se adivinan sus siglas: «El Tintero de oro».
    Dentro aguarda un largo pasillo. No hay luz, solo unos pequeños leds en el techo. Varios cuadros adornan las paredes. Uno parece el póster de aquella centenaria película de El Gran Gatsby, otro dice algo de unos relatos tenebrosos, aunque casi ni se reconoce. De hecho, no se reconoce nada más; el resto están desgarrados y cuarteados. Al fondo, una puerta abre a una sala un poco más grande. Allí la luz cambia a un tono azulado.
    El hombrecillo mal formado se detiene. Esa luz no debiera ser de ese tono, aunque no es lo único que le extraña. Hay una especie de mesa metálica en el centro. Eso no estaba la última vez que vino, aunque ya hace un año. Sin embargo, lo que más le llama la atención es la persona sentada en ella y mirándole.
    —¿Quién es usted? —le pregunta—. ¿Dónde están todos?
    El hombre de la mesa sonríe, o eso parece dentro de la luminiscencia azulada y señala una silla justo en frente de él.
    —Siéntese, por favor, ya no esperábamos a nadie más.
    Su voz es agradable, profunda y llena de sosiego. Va muy bien arreglado, con chaqueta y camisa blanca. Pelo engominado y expresión perfecta. El hombrecillo frunce el ceño, mira hacia los lados y obedece, aunque con sumo cuidado, todo esto puede ser una muy mala señal.
    —¿Qué ocurre? —dice—. ¿Tan tarde he llegado?
    El misterioso hombre sonríe, de nuevo, y agarra un cigarro humeante, aunque no lo llega a chupar.
    —¿Le importa? —dice señalando el cigarro.
    El hombrecillo pasa.
    —Quiere decirme qué ocurre.
    Nueva sonrisa.
    —Perdóneme, señor... ¿cómo se llama?
    —¿Cómo me llamo? Pero ¿usted sufre algún tipo de demencia? No tengo nombre, ¡ya nadie tiene nombre!
    El misterioso hombre trajeado asiente.
    —Tiene razón; empecemos pues —dice mientras deja el cigarro en el cenicero, toca un botón y, de la mesa, sale una pequeña pantalla con un ocular apuntando al hombrecillo. Este da un respingo, no se lo esperaba.
    —No se asuste, señor Sinnombre, ¿puedo llamarle así? Solo es un escáner de iris. Si colabora todo terminará pronto.
    —¿Colaborar? Pero...
    —Tranquilo, señor Sinnombre, ya sabe cómo funciona el protocolo; yo solo le hago unas preguntas y usted responde, ¿entiende? ¡Perfecto! A ver... ¿Qué hace aquí? ¿Qué es este lugar?
    El hombrecillo arruga todas las partes de su cara y se inclina hacia él, casi se da contra el ocular.
    —No entiendo nada, ¿por qué yo?, yo no...
    El hombre misterioso no deja de sonreír, agarra el cigarro y se reclina.
    —Solo tiene que responder, ¿sabe lo que le puede pasar si no coopera?
    Un silencio queda en el aire reverberado con el eco de la pregunta. Claro que sabe lo que ocurrirá. Es uno de esos asquerosos Runners, la nueva inquisición más despiadada que su predecesora.
    —Está bien —responde el hombrecillo, más por sumisión que por ganas.
    —¡Perfecto! Y ahora dígame, ¿qué hace aquí?
    —Venía... —titubea—, venía a la gala.
    —¿La gala?
    —Bueno..., al aniversario de la No gala.
    —¿La No gala?
    —Ya sabe a qué me refiero..., todo el mundo lo sabe.
    El hombre deja el cigarrillo, ese acto le está poniendo nervioso al hombrecillo, y es que aún no ha dado ni una calada, aunque este tampoco se ha consumido.
    —Ya, pero ¿por qué celebrar esa "No gala"? —dice luego con su tranquila y profunda voz.
    El hombrecillo niega y suspira. Mejor hablar y terminar rápido.
    —Este era el lugar donde se celebraban las galas del Tintero de oro antes de que pasara lo que pasó en la previa de la XXXIV gala. Nosotros, los tinteros, a pesar de los prejuicios, la seguimos celebrando. Hoy era un día especial, hace cien años de aquel fatídico momento.
    —Ah, ya... Los tinteros... había oído hablar de esa religión, pero no acababa de creérmelo.
    —¡No es una religión! —grita el hombrecillo—. Es la única manera de luchar contra las patrañas del gobierno.
    El hombre vuelve a pillar el cigarro con la boca de medio lado, parece un amago de mofa.
    —¿Patrañas?
    El hombrecillo agacha la mirada. Ha hablado demasiado. El miedo de no hacerlo ha ganado. El otro, sin embargo, deja el cigarrillo y se incorpora.
    —Señor Sinnombre, no tenga miedo, en cualquiera de los dos casos eso puede ser contraproducente.
    —¿Los dos casos? —Esa aseveración no gusta al hombrecillo—. ¿Qué insinúa? ¡Soy humano!
    El otro ríe de nuevo.
    —No insinúo nada —su voz sigue suave, grabe y tranquilizadora—, solo le estoy haciendo preguntas, y si no las responde significará que quiere ocultarme algo. Así que pregunto de nuevo: ¿qué patrañas?
    El hombrecillo suspira.
    —Ya sabe... —dice al fin, el hombre misterioso mueve la mano para que siga—, Aquel... Aquel fatídico 30 de diciembre de 2022 iba a celebrarse la gala en homenaje a Philip K. Dick. Pero justo antes de proceder a la lectura de los relatos ocurrió… El Incidente y la sociedad se fue al traste, como ya sabe.
    —¿El Incidente?, vaya, aún lo siguen llamando así, «El Incidente»; y dicen que no siguen ninguna creencia...
    Esa afirmación da contra el hombrecillo.
    —¡No es ninguna creencia!, todo ha sido un montaje de las células gubernamentales; lo de la gala fue una cortina, se aprovechó de ella para lanzar esos replicantes y condenar a la raza humana.
    —¿Lanzar? Yo creía que fueron los relatos...
    El hombrecillo corta con un ademán y se levanta.
    —Me niego a seguir con esto.
    De pronto, como coordinados con el acto del hombrecillo, de un lateral aparecen dos hombretones, son el doble de un hombre normal. También están fumando, o por lo menos sostienen un cigarrillo encendido.
    —Señor Sinnombre —dice el trajeado—, no pierda la paciencia, solo estamos hablando.
    —¡No! —grita, aunque con voz temblorosa—. Está mancillando la verdad.
    —¿La verdad?
    —¡Exacto!
   —Está bien —dice agarrando el cigarrillo de nuevo, sigue encendido y sin haberse consumido ni la más mínima parte. Acto seguido le hace amagos para que se siente. El hombrecillo, temeroso de los otros dos que han brotado de la nada, obedece.
    —Dígame entonces —sigue el trajeado—, ¿ha comido?
    —¿Qué? —Eso no se lo esperaba—, ¿a qué viene esa pregunta?
    —Lo que ha oído; dígame, ¿ha probado alguna vez carne humana?
    —¡¿Cómo?!
    —¿La ha saboreado? Dicen que sabe a una mezcla entre la de caballo y de perro, ¿es eso cierto?
    —Pero... —El hombrecillo carraspea mientras se lleva las manos a las orejas, esas enormes manos.
    —¿No?, ¿ha presenciado alguna vez un milagro?
    —¿Qué dice ahora?
    —¿Sabría diferenciar unas lágrimas en la lluvia?
    —No, por ahí no...
    —Ha caminado por la superficie de una estrella.
    —Soy humano...
    —¿Sí? ¡Pues responda! —La suave voz del trajeado ahora es un alarido metálico— ¡¿Ha comido o no ha comido carne humana?!
    —¡¡¡Que soy humano, joder!!! —grita el hombrecillo al momento que da un fuerte golpe con sus grandes brazos sobre la mesa. Al hacerlo ha producido un sonido metálico y tan fuerte que parece haberse quedado varios segundos jugueteando con el eco de la sala. Dos enormes bollos asoman bajo las grandes manos, aunque la mesa sea metálica y gruesa.
    El hombre trajeado sonríe unos segundos mientras mira la estampa. Entonces, deja el cigarrillo y agarra una gran carpeta que permanecía en el suelo junto a su silla.
    —Para ser humano gasta un buen brazo.
    El hombrecillo jadea mientras observa sus manos.
    —Son robóticas, sí, nací sin brazos a causa de la radiación, ¡mucha gente lleva un implante hoy en día!
    —Vaya, pero ¿no me está diciendo que es humano?
    —Solo son mis brazos, joder, me refiero a mi conciencia, esa sí es cien por cien humana.
    —Ah... —dice el trajeado. Entonces abre la carpeta y esparce una serie de hojas por la mesa. Están amarillentas, desgastadas.
    —Eso es… —El hombrecillo da un respingo al verlas y comienza a temblar. No puede ser, se dice, no puede ser, no puede ser, ¡no puede ser...!
    —Exacto, son los relatos de aquella funesta gala.
    —¡Imposible!, fueron destruidos...
    —No exactamente.
    —Pero ¿cómo los tienen ustedes?
    —¿Sabe una cosa? El gobierno no tuvo nada que ver con lo ocurrido en aquella gala —dice el trajeado, su voz se ha quedado con un deje metálico. Acto seguido, aprieta un botón y de la silla de la silla del hombrecillo aparecen unas bandas metálicas que le aprisionan.
    —¿Qué hace?
    —No se asuste, solo quiero que lea los relatos.
    —¿Que qué? ¡No! Ya sabe lo que me ocurrirá si lo hago; su IA impresa se meterá en mi mente, me transformaré en un... en un engendro de esos robóticos. ¡Así empezó todo hace un siglo! Por favor, no puede hacerme eso ¡soy humano!
    —Tiene que leerlos.
    —No puedo, soy humano, ¡lo juro!
    El trajeado respira, agarra el cigarrillo y lo observa. Un fino y oscuro humo emana de su punta.
    —¿Quiere saber otra cosa? Hoy en día nada es lo que parece. Por ejemplo —sigue mirando su cigarrillo—, esto no es un simple pitillo, sino un dispensador móvil de niebla negra; sí, ya sabe —le mira—, esa humareda constante que sale de las fábricas. Esa niebla es el medio que proporciona energía a los replicantes, o los engendros robóticos, como usted dice.
    El hombrecillo abre los ojos.
    —Pero... pero ¿qué dice ahora?
    El otro deja el pitillo y le observa por primera vez serio.
    —Lo que le estoy diciendo, señor Sinnombre, es que ya sabemos que es humano; este test no era para dilucidar si usted es o no un replicante, sino para saber si un humano puede reconocernos.
    El hombrecillo mueve espasmódicamente la cabeza.
    —Usted es… Claro. —Cierra los ojos con fuerza unos segundos—. ¿Y ahora qué? ¿Va a matarme?
    El trajeado sonríe, pero esta vez de forma nada amistosa, y aprieta otro botón. Las fuertes bandas que mantienen atrapado al hombrecillo lo hacen inclinarse hacia la mesa, hacia los relatos. Mientras, los grandes hombres de detrás se acercan con una máquina llena de agujas que posicionan justo en la cabeza del hombrecillo.
    —En absoluto, señor Sinnombre. Lo que voy a hacer ahora es enseñarle a ver cosas que siendo humano nunca podría creer...

MENCIÓN HONORÍFICA

DEL PUESTO DÉCIMO AL CUARTO

Os recordamos que este año la puntuación de cada relato tiene en cuenta, además, el número de participantes que lo han votado. 
10Con 46,87 ptos.  MI AMIGO EL ROBOT, de Josep Mª Panadés. Ha sido votado por 9 participantes que le han dado un total de 43 votos distribuidos de la siguiente manera: 7 ptos. (1), 6 ptos (2), 5 ptos. (3), 4 ptos. (2), 3 ptos. (0), 2 ptos. (0), 1 ptos. (1)
9. Con 49,95 ptos.  REPLICANTES, de JM Vanjav. Ha sido votado por 11 participantes que le han dado un total de 45 votos distribuidos de la siguiente manera: 7 ptos. (2), 6 ptos (2), 5 ptos. (0), 4 ptos. (2), 3 ptos. (2), 2 ptos. (2), 1 ptos. (1)
8. Con 52,17 ptosLA PRIMERA CASA DE HÖLD, de Ulises Castellano. Ha sido votado por 10 participantes que le han dado un total de 48 votos distribuidos de la siguiente manera: 7 ptos. (3), 6 ptos (1), 5 ptos. (2), 4 ptos. (1), 3 ptos. (1), 2 ptos. (2), 1 ptos. (0)
7. Con 54,39 ptos.  LA MASCOTA, de Lola Romero. Ha sido votado por 11 participantes que le han dado un total de 49 votos distribuidos de la siguiente manera: 7 ptos. (1), 6 ptos (2), 5 ptos. (4), 4 ptos. (1), 3 ptos. (1), 2 ptos. (1), 1 ptos. (1)
6Con 59,36 ptos.  EL SOL DE ARIADNA, de Jorge ValínHa sido votado por 12 participantes que le han dado un total de 53 votos distribuidos de la siguiente manera: 7 ptos. (3), 6 ptos (2), 5 ptos. (1), 4 ptos. (1), 3 ptos. (3), 2 ptos. (0), 1 ptos. (2)
5. Con 62,15 ptos.  PLAN DE ESTUDIOS, de Marta NavarroHa sido votado por 13 participantes que le han dado un total de 55 votos distribuidos de la siguiente manera: 7 ptos. (2), 6 ptos (3), 5 ptos. (2), 4 ptos. (2), 3 ptos. (0), 2 ptos. (1), 1 ptos. (3)
4. Con 62,70 ptos.  IDENTIDAD, de VolarelaHa sido votado por 14 participantes que le han dado un total de 55 votos distribuidos de la siguiente manera: 7 ptos. (1), 6 ptos (2), 5 ptos. (3), 4 ptos. (2), 3 ptos. (3), 2 ptos. (1), 1 ptos. (2)

¡Y este es el PODIUM de ganadores!

Con 65, 54 ptos, se lleva el TINTERO DE BRONCE el relato MOLDEADA EN BARRO, escrito por Bruno Aguilar. Ha sido votado por 13 participantes que le han dado un total de 58 votos distribuidos de la siguiente manera: 7 ptos. (2), 6 ptos (1), 5 ptos. (3), 4 ptos. (3), 3 ptos. (3), 2 ptos. (1), 1 ptos. (0)
GALA DE PREMIOS 34ªED. ¿SUEÑAN LOS ANDROIDES CON OVEJAS ELÉCTRICAS? DE PHILIP K. DICK.
Enhorabuena a Bruno por este reconocimiento que conlleva, además de este diploma digital que puedes colgar en tu blog, la publicación en la antología anual de EL TINTERO DE ORO.
Con 67,20 ptos, se lleva el TINTERO DE PLATA el relato EL EVENTO, escrito por Gabiliante. Ha sido votado por 12 participantes que le han dado un total de 60 votos distribuidos de la siguiente manera: 7 ptos. (4), 6 ptos (2), 5 ptos. (2), 4 ptos. (1), 3 ptos. (1), 2 ptos. (1), 1 ptos. (1)GALA DE PREMIOS 34ªED. ¿SUEÑAN LOS ANDROIDES CON OVEJAS ELÉCTRICAS? DE PHILIP K. DICK.
Enhorabuena a Gabiliante por este reconocimiento que conlleva, además de este diploma digital que puedes colgar en tu blog, la publicación en la antología anual de EL TINTERO DE ORO.
Y con 83,78 puntos, el TINTERO DE ORO de la 34ª Edición dedicada a ¿Sueñan los androides con ovejas eléctricas? de Philip K. Dick corresponde al relato MÁS ALLÁ DE LA HUMANIDAD escrito por José Antonio Sánchez.
GALA DE PREMIOS 34ªED. ¿SUEÑAN LOS ANDROIDES CON OVEJAS ELÉCTRICAS? DE PHILIP K. DICK.
Este relato ha sido votado por 18 participantes que le han dado un total de 71 votos distribuidos de la siguiente manera: 7 ptos (4), 6 ptos (2), 5 ptos. (2), 4 ptos (1), 3 ptos. (3), 2 ptos (2), 1 ptos (4). Enhorabuena a .... por este reconocimiento que conlleva, además de este diploma digital que puedes colgar en tu blog y la publicación en la antología anual de EL TINTERO DE ORO.
Y con esto despedimos el certamen dedicado a Philip K. Dick y ¿Sueñan los androides con ovejas eléctricas? Gracias a todos los que lo habéis hecho posible con vuestras lecturas y, por supuesto, a todos los autores que habéis regalado vuestro talento e imaginación a esta iniciativa.
    Podéis disfrutar de todos los relatos y participaciones de la presente edición en el siguiente enlace:

GALA DE PREMIOS 34ªED. ¿SUEÑAN LOS ANDROIDES CON OVEJAS ELÉCTRICAS? DE PHILIP K. DICK.

Clica en la imagen para leer todas las participaciones de la edición


Y cómo no, dadas las fechas...
GALA DE PREMIOS 34ªED. ¿SUEÑAN LOS ANDROIDES CON OVEJAS ELÉCTRICAS? DE PHILIP K. DICK.
¡Saludos tinteros!

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