Gota del olvido, pendiendo de un grifo, ahora que me detengo, te miro, y sos como la promesa que escatima mi destino. Te miro, te toco, te desafío. No caés sobre mi mano, quedás congelada en un grueso hilo, con tu liquidez acuosa suspendida en el vacío. ¡Pobre gota! Podrías haberme llorado un río.
Anoche yo te soñé, y me despertaste empapada en un sudor seco y frío, queriendo gritar tu nombre en un intento enmudecido. Mi voz no acudía a mi boca, ronca desde su olvido. Venían por mi las bravas aguas del olvido, me silenciaban, me arrastraban, me ahogaban, me asfixiaban, y yo queriendo gritar tu nombre, llamarte en busca de auxilio, enrollada sobre mis playas, me destrozaba en un chorro sucio y breve que caía de ese grifo, y solo me asistían tus ensordecedores gemidos. Por fin me partí en la acuosa exhalación de un alarido, sentada en la cama como un náufrago mojado, encarcelado en sus harapos, confundido, sin rumbo y sin sentido. ¡Pobre gota del olvido de ese destino que viene a mí en sueños sin que yo jamás lo haya bebido!