Beatriz Benéitez Burgada. SantanderHace algunos días, en una conversación familiar de sobremesa, salió el tema de la gratitud; un sentimiento que parece no estar muy de moda últimamente. Y esto enlaza con la memoria. Creo que hay personas a las que parece que les hayan pasado un borrador por la mente y, de forma casi misteriosa, no se acuerdan ya de quienes les ayudaron tiempo atrás. Decía el abuelo, Francisco Burgada, en esa conversación, que se acuerda con frecuencia de quienes le ayudaron hace ochenta años. Y por supuesto más recientemente. Yo también me acuerdo de quienes, en algún momento, me han echado un cable. Hay que trabajar para aprovechar las oportunidades, pero para eso te las tienen que dar primero. Confío en no haber defraudado. Recuerdo a las personas y las oportunidades; espero hacerlo siempre.
La ingratitud es un sentimiento que no comprendo del todo. Y la vida da tantas vueltas, que espero ser yo la que alguna vez pueda apoyar a quienes me apoyaron a mí. A algunos hace años que no les veo, a otros me los ¨tropiezo¨ con frecuencia; algunas son personas cercanas, otras eran desconocidas, o casi; unos lo hicieron por convencimiento, otros por intuición.
No creo que haya que estar recordándolo continuamente, pero sí atesorar esos recuerdos en algún cajón de la memoria y sacarlos cuando sea necesario.
Quienes más nos beneficiamos cuando sentimos gratitud somos nosotros mismos. Porque recibimos lo mismo que proyectamos. También tiene grandes beneficios escucharlo cuando es a nosotros a quienes nos lo dicen. Es una palabra mágica. Hay más, claro; hola y paz serían otras. Dicen los budistas que no hay más que dos sentimientos, y que todos los demás son derivados de estos. Son el amor y el miedo. Si esto fuera así, la gratitud estaría sin duda en el primer grupo. Y como tengo memoria, quiero dar las gracias a todas las personas que alguna vez me han ayudado, apoyado, arropado -especialmente en los momentos difíciles- o que, sencillamente, me han dado una oportunidad. GRACIAS a todos.