Era el último día en Puerto Iguazú y nos dedicamos a recorrer aquellos sitios que de una manera u otra acapararon nuestra atención por las descripciones previas; en este caso estaban situados a unos kilómetros del centro y a poca distancia entre sí. En definitiva abordamos un taxi que nos acercó al refugio de animales silvestres GüiráOga o Casa de los pájaros en idioma nativo, cuyo objeto es el rescate, la reinserción en la naturaleza y la investigación y preservación de la fauna autóctona de la Mata Atlántica.
Fue fundado el 23 de agosto de 1997 por una pareja de especialistas en rehabilitación de aves rapaces, quienes aún tienen a su cargo la dirección del refugio. GúiráOga fue concebido como una construcción natural para evitar un efecto perturbador sobre la selva, conserva especies vegetales centenarias que miden hasta 30 metros de altura y el equipo humano que lo integra procura la recuperación de los animales que llegan a sus instalaciones o bien la conservación de la vida de los mismos y su reproducción, para devolver a la naturaleza a las crías cuyos padres fueron privados de dicha posibilidad.
El tráfico, la caza furtiva y los accidentes en las rutas son algunas de las razones por las que las especies arriban al refugio; también llegan aquellos que han sido mascotas durante mucho tiempo y al fallecer sus dueños no pueden adaptarse a la vida natural. Tal vez resulta increíble que el ser humano se apodere de especies como el yacaré o el oso hormiguero pero no lo es: de hecho, hemos visto con nuestros propios ojos ejemplares rescatados de manos de particulares que han perdido su instinto y han de vivir en GuiráOga hasta sus últimos días.
Los animales que arriban deben pasar un período de cuarentena hasta ser evaluados, mientras que los recién nacidos son atendidos en un sector especial hasta que se desarrollan o recuperan. Luego son transferidos a rehabilitación en espacios abiertos que se asemejan a su hábitat natural; si se encuentran aptos para reinsertarse en la naturaleza primero cohabitan con sus pares y luego deben enfrentar una última etapa antes de ser liberados: el período de monitoreo en la Isla Palacio.
Este Monumento Natural Provincial está constituído por un brazo del río Uruguay de una extensión de 1600 hectáreas y la distinción que ostenta se debe a que conserva flora y fauna autóctona del país. No resulta posible acceder sino mediante un permiso especial y no está permitida la presencia humana: allí son liberados y monitoreados los animales que han encontrado afecto y cuidados en GüiráOga y desde allí, una vez evaluados cuidadosamente, volverán a vivir en libertad en la selva misionera.
Aripuca
Los guaraníes emplean aún en la actualidad para cazar animales una trampa a la que denominan aripuca, armada a partir de pequeñas ramitas en forma de pirámide que se conectan a un pequeño mecanismo que se cierra ante el ingreso del animal. La presa no sufre ninguna agresión física más allá del encierro, y si no resulta apta para el consumo es liberada nuevamente, intacta.
El proyecto familiar que toma su nombre de la tradición guaraní fue construído a partir de árboles rescatados de aserraderos donde iban a ser vendidos, o bien recuperados al haber sido tumbados por fenómenos naturales como tormentas o rayos. Así fueron empleados para reproducir la estructura de la trampa originaria más de 30 especies de la Mata Atlántica, en una construcción que alcanza 17 metros de altura y pesa cerca de 500.000 kilos. Aripuca persigue el fin de crear conciencia acerca de la pérdida de recursos naturales que ha de conducir al ser humano, por impericia o temeridad, a una trampa diseñada en definitiva por sí mismo.
En el amplio espacio en que se emplaza Aripuca se encuentran también otros edificios que siguen los lineamientos naturales de la zona. El Tacurú, construído con piedra del mismo nombre también llamada itacurubí y característica de la provincia misionera, también emplea en su arquitectura que remite al nido de las termitas de tierra rocas como basalto negro y rojo, jaspe y algunas incrustaciones de amatista: allí se pueden adquirir artesanías típicas entre las que sobresalen las elaboradas con piedras preciosas, pródigas en esta zona.
El yateí, especie de abeja pequeña sin aguijón cuya miel es muy apreciada, presta su nombre a la construcción típica de los colonos de la zona: galería amplia, techo a dos aguas y una distancia considerable del suelo para aislar la vivienda de la humedad y los insectos. Aquí los amantes de los productos naturales encontrarán yerba mate, alfajores de harina de mandioca, miel silvestre y té fragante de rosella, también conocida como hibiscus. Para reponer fuerzas luego del paseo, en el Cucurucho, construído con madera ibirá pitá y techo de paja, recomiendo probar la frescura amarga del helado de yerba mate.
Casa de las Botellas
Nuestra última visita estaba guiada por la curiosidad: habíamos investigado acerca de la familia Santa Cruz y su proyecto social basado en el reciclado de materiales como las botellas, mediante el que habían sido galardonados por solucionar nada menos que el tema habitacional de un buen número de personas. Hacia allí nos dirigimos y en la Casa de las Botellas fuímos recibidos nada menos que por el dueño, quien con amabilidad suprema desgranó los orígenes del proyecto, basado en el ingenio que se agudiza con la necesidad.
La crisis económica y social del año 2001 constituyó un punto de quiebre para muchos argentinos; Puerto Iguazú no fue la excepción y las personas que vivían de un oficio, como Alfredo Santa Cruz, se vieron en la disyuntiva de salir a recolectar residuos reciclables para vender y así llevar alimento a sus familias. En este contexto angustiante la hija mayor le pidió a su progenitor una casita de muñecas y Alfredo no tenía otros materiales a mano que las botellas de plástico que recolectaba. Así, con paciencia e imaginación, imaginó una manera de ensamblaje e hizo realidad el sueño de su hija; a esta primera experiencia siguieron otras, siempre empleando materiales que otros desechaban, y la familia comenzó a elaborar juguetes, lámparas, sillones, muebles y todo aquello que el ingenio puede concebir empleando como material residuos reciclables.
A modo de ejemplo, la fotografía tomada por Juan ilustra la increíble metamorfosis de las botellas en muebles aptos para el empleo cotidiano: la cama está armada con 200 botellas, que también constituyen la base para el sillón, en tanto que las paredes también han sido levantadas con residuos plásticos mientras los techos fueron diseñados en base a cartones de tetrapack. Alfredo nos enseñó que resulta posible instalar electricidad y agua, a punto tal que con su asesoramiento se han construído unas 70 viviendas con esta técnica; de hecho, ha impartido talleres en varios países y ha sido entrevistado por otros tantos periodistas aquí, en este espacio propio nacido de su perspicacia y lucidez a partir de la necesidad amorosa de cumplir el sueño de su hija.