Revista Literatura
A tus ojos le nacieron manos que quisieron arrastrarme desde el cuello por el piso, a tu boca un helecho inmenso que quiso atar mi cuerpo a la pared, inmóvil, el miedo hizo temblar mis huesos y perdí la conciencia…
Palabras volaban en el aire en gritos desesperados, trozos de vajillas que chocaban con el abismo de la indiferencia, el sentir de una ira como calor de sol en mercurio, y en llamas se ha incendiado el espacio y hemos salido disparados hacia el vacío…
Donde estamos ahora? La oscuridad nos arropa y el frío nos congela como para mantenernos quietos… En el sudor del encierro provocado, la tranquilidad nos da la sensación de acercarnos y buscarnos los labios, con ganas de mordernos a besos… la temperatura aumenta lo suficiente para quemarnos la piel por la anatomía de ambos consumiéndose en roses indiscriminados de movimientos, donde no hay tabú de la caricia, ni del morbo de nuestras mentes…
Se han encendido unas luces, y en medio de un estudio fuimos observados, secuestrados por desconocidos… esta vez busque tú cuerpo para cubrir mi pánico, te arrebataron de mis brazos y percibí que mis lagrimas se convertían en sangre… me lloraban hasta los pies de no tenerte, y me inundaba por dentro como si muriera… Nunca imaginé extrañar tu rabia, el cólera con el que el tono de tu voz se transformaba en ruido, hasta eso amaba y no lo sabía…
De pronto he despertado a tu lado, y todo ha sido un sueño, pero esta vez abrazo tu cuerpo como para no soltarlo nunca, para protegerte y no hacerte daño jamás…
Flor
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