Revista Talentos

Hector el niño que supo decir No. Cap. 3

Publicado el 25 enero 2016 por María José Luque Fernández @sonrisasdecamaleo
Hector el niño que supo decir No. Cap. 3.......En seguida llego la noche y entonces se miraron y comenzaron a moverse, cogieron ropa colgada, con cuidado de no mancharla, la envolvieron en una gran sabana también muy limpia.

Se acercaron a un caño que habían visto cuando en las tempranas horas de la tarde a aquel lugar, les embrujo la cantidad de agua que salía por aquel agujero, pero lo que les dejo de veras asombrados, era que aquel liquido no tenía color, era transparente, ni tampoco tenía aquel sabor asqueroso al que ellos estaban acostumbrados las pocas veces que podían beberlo.Se miraron durante unos minutos y entonces como si se hubieran comunicado mentalmente, al mismo tiempo, los dos empezaron a desnudarse y se metieron en aquel lugar lleno de agua que ellos no sabían ponerle nombre.Se secaron bien con la enorme sabana y se pusieron la ropa limpia. No se reconocieron entre ellos, parecían increíblemente otros niños.Héctor y Joan, se acercaron a las casas, un poco más adelante, se asomaron a una ventana y allí vieron una mujer linda, de piel ligeramente morena, el pelo recogido en la cabeza muy muy negro, a ambos les pareció guapa, y ambos sin decirse nada, supieron al instante que habían pensado en su mama. Aquella desconocida a la que hacía ya mucho tiempo no veían, habían desaparecido de sus vidas. Aquello era algo habitual allí.Soraya que así se llamaba la mujer, les vio y sin pensarlo dos veces,  no tuvo miedo de abrirles la puerta de su casa. Les acerco una especie de manta, para que se limpiaran los pies sobre ella.Sin apenas hablar se dirigió al fuego sobre el que humeaba una cazuela y puso dos platos sobre aquella pequeña mesa, les indico con la mano que se sentarán, estaban cansados, tenían sueño, y mucha hambre. Ambos llegaron a pensar que aquello era una pesadilla, y en cualquier momento despertarían para volver a la horrenda realidad de sus cuatro pareces sucias y rotas.Sonó el ruido de un motor, y se oyeron muchas voces, casi gritos, algunos tiros y los niños aunque estaban acostumbrados, se asustaron, las lagrimas asomaron a sus ojos, ella sin conocerlos, los abrazo y los llevo a otro lugar de la casa, les indicó con una mano sobre sus lindos, gruesos labios rojos que callarán.De vez en cuando, llegaba la policía y entonces nadie estaba a salvo, otras veces era gente del lugar la que montaba aquel jaleo, entonces era peor.Después de un rato que a ellos se les antojo eterno, todo volvió al silencio habitual de aquellas horas de la noche, donde solo los gatos, los perros y las ratas se atrevían a transitar.La muchacha abrió una habitación que se encontraba cerrada y les llevo en brazos hasta la cama de color azul que había en el centro, con cuidado de no despertarles, les arropo y salió dejando un poco entreabierta aquella puerta.No le sorprendió en absoluto que se quedaran dormidos acurrucados en el rincón mientras guardaban silencio durante aquel abordaje callejero. Solo sonrió sin más.Al alba muy temprano en cuanto un rayo de luz penetro por la ventana, abrieron los ojos al unísono, como si sus mentes estuvieran en continua conexión. Un completo silencio lo inundaba todo. Sólo unos suaves pasos se dejaban escuchar de vez en cuando en la cocina, como un pequeño vaivén.Sus pequeños cuerpecitos  se asomaron ligeramente por la puerta entreabierta, habrían pasado perfectamente sin moverla, estaban tan delgados. Observaban con los ojos como platos a aquella linda muchacha que la tarde anterior les acogió.Estaba cocinando y aunque no tenían ni la más ligera idea de lo que podría ser, olía a gloría, nunca habían comido nada que oliera de aquella manera. Sus estómagos les delataron. Sus tripas emitían verdaderos gemidos, parecían tigreses hambrientos. La muchacha ni tan siquiera necesito girarse. Les ordeno sentarse en aquellas sillas de color blanco en que la noche anterior calentaron sus cuerpos con una rica sopa.  Fueron muy rápidos sin dudarlo, se sentaron y esperaron sin hablar, sin mirarse. Soraya les coloco dos grandes tazones que humeaban un exquisito olor. Un gran trozo de pan completo aquel gran banquete. Nuevamente creyeron estar soñando. Tal vez estaban muertos, aquella blancura sería una explicación, la gente mayor a veces hablaba del cielo y de los ángeles, decían que allí todo era blanco. Una palmada les saco de su ensoñación, la muchacha les sonreía mientras les invitaba con un dulce gesto de sus manos a comer. Nunca habían usado cubiertos, cogieron la cuchara y la miraron por un lado, por otro, para al final, al mismo tiempo, acabar ambos introduciéndola en aquellos grandes tazones. No fueron conscientes del poco tiempo que tardaron en comerse todo el contenido del tazón, además del gran trozo de pan. La muchacha sí. Pensó que seguramente les dolería la tripa en un ratito, por tanta avidez.Soraya hablaba con calma, muy pausadamente y sonreía siempre, eso les gustaba mucho a los muchachos, estaban realmente embrujados. Les pregunto cuando era la última vez que habían comido. Ellos contestaron con voz tímida que el día anterior habían compartido un pequeño mendrugo de pan. Sus ojitos tristes, sus cuerpecitos enjutos, le daba una idea bastante clara de en que tipo de vida estaban sumidos aquellos pequeños muchachos.No obstante se sentó en el suelo junto a un pequeño hogar de carbón, y les hizo señas para que la acompañaran. Ella les empezó a contar una pequeña historia que  hizo que las mejillas de Soraya que claramente era la protagonista, se mojarán por las lágrimas. Cuando apenas era un bebe, o por lo menos eso le contaron, fue entregada a un señor que quería matar a su padre, ya que le debía mucho dinero y no tenía para pagarle. Aquel señor la vendió a otro señor a cambió de armas y  su nuevo dueño decidió que no quería para nada a un bebe llorón que le iba a traer muchos quebraderos de cabeza. Menos mal que aquella mujer le paro los pies. Soraya se quedo en aquella casa y supo lo duro y lo fácil que era sobrevivir en aquel mundo.........


Continuara......

Volver a la Portada de Logo Paperblog

Sobre el autor


María José Luque Fernández 335 veces
compartido
ver su blog

Revista