Revista Talentos

Héctor, el niño que supo decir "NO".- Parte I.

Publicado el 11 diciembre 2015 por María José Luque Fernández @sonrisasdecamaleo

Héctor pretendió ser una novela pero el tiempo no da para más, y no deseo que se quede dos años en el olvido, hasta que tal vez pueda retomarla, así que, comienza como un relato por partes, se que poquito a poco si podré acabarla. Espero les guste.
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Héctor, el niño que supo decir Las gotas de agua golpeaban los cartones que cubrían el suelo de su casa. El tejado por llamarlo de alguna manera, había dejado de cumplir sus funciones de resguardo y protección.
La manta que tenían puesta en la puerta para evitar que el frío intenso se colara en el interior de aquel pequeño y destartalado recinto, casi había volado. El fuerte viento y la lluvia de los días anteriores se habían ocupado de ello.No había ninguna parte de aquel cubículo que estuviera a salvo de la humedad. Ella se había quedado allí acurrucada, en la misma postura toda la noche, tenía miedo. Aquel rincón había permanecido un poco más resguardado,  sin apenas moverse,  sin casi respirar bajo aquella especie de poncho de lana que le obsequió la señora que evito que aquellos desalmados volvieran a pegarla.No entendía como aquella mujer había conseguido que la dejaran en paz, ¿Por qué la habían hecho caso? Ellos no tenían miedo a nada y mucho menos a las mujeres. Héctor, el niño que supo decir El ruido de los coches amortiguaba  cualquier otro que pudiera acontecer, sus gritos por ejemplo, ella dijo “Basta” Sonó fuerte y serena. Ellos se rieron y siguieron pegándola patadas. Esta vez fue  contundente, con la fuerza del rugido del león enfadado, “He dicho basta”. Esta vez la miraron y apenas tardaron unos segundos en salir corriendo, ¿Cuál pudo ser el motivo?Tenía frío, aunque era verano y la temperatura era alta, la humedad penetraba en los huesos  y no había forma de confortar el cuerpo. El sol llevaba varios días sin calentar, escondido tras los negros nubarrones del huracán.Nunca comprendió el empeño de sus padres de mudarse a la ciudad. ¿Para qué? Al menos en el campo siempre había algo que comer, Y se ayudaban unos a otros, se conocían de siempre.Allí todos eran desconocidos, el terror se adueñaba de las calles y el dolor de las heridas producidas era mucho mayor que el del estomago retorciéndose por un pequeño mendrugo de pan. Amanecer o crepúsculo daba igual, ambos significaban lo mismo, un continuo devenir de sufrimientos, un ir y venir de problemas, de buscar alimentos, un nuevo día sin comer, una noche sin dormir, que importaba si era de día o de noche……Héctor, el niño que supo decir Unas risas, unos pasos, golpes, gritos y vuelta a empezar, una rutina fuera de toda ley y orden, aquellas palabras no tenían significado en aquel lugar. Un disparo y …….., uno menos, que alivio.No se atrevía a salir del barrio, no sabría decir a quien tenia más miedo, si a los truhanes que habitaban en la gran urbe o a los monstruosas personas que convivían con ella el día a día.Quería encontrarla, aquella mujer, no la recordaba linda, pero deseaba volver a verla, necesitaba saber más de su vida, querría ser como ella. Necesitaba aquella fortaleza para.............
Continuará...............

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