Hace ya un tiempo conocí a una persona, inteligente, mucho, sensible, dulce que a través de palabras y momentos me acarició el alma, el corazón, la piel y el deseo en el ese preciso orden.
Una persona que lejos de regirse sólo por la lógica de su cerebro enlazaba corazón y piel con acierto.
Soñamos y compartimos, confiamos, priorizamos.........
El tiempo atrapó nuestras vidas no así nuestro cariño.
Una larga cuerda perpendicular que enlazaba dos líneas paralelas, de las que nosotros eramos los extremos, en dos universos cada vez más lejanos en el tiempo, siempre cumpliendo una premisa "No tocarse nunca, les duele lo mismo que no poderse separar".
Tal vez, algún día, en ese mañana impredecible, que no sabemos si llegaremos a vivir, acontecerá que se vuelvan a cruzar, como pronostican algunos científicos, en su tendencia a progresar hacía el infinito.
O quizás, ya nos rozamos y vamos a la deriva para siempre.
Polos opuestos casi por la lejanía de nuestros entornos, tan cercanos en un click, tan lejanos en un caminar,
Ritmos que imprimen vida pero restan esencias, sutiles roces tan breves que apenas son caricias.
El alma se duerme a la espera de un abrazo y mientras, aunque no se de cuenta, no lo perciba, él ha cambiado y mucho.
Y sin saber como, ni por qué intuyo, presiento que se difumina su esencia en ese caminar diario que acontece, en el que me envisto de silencio en la espera de un momento, al igual que la energía se dispersa en el universo.
Trazar mis pensamientos con esa lógica matemática que me caracteriza no me tranquiliza en absoluto y si no compruébalo.
No es lo que quiero, mis neuronas dicen que ese reflejo en el papel es lo que hay pero mi corazón no es lo que quiere.
Leyes del universo, rebeldía la mía, incapaz de quebrantar normas que, no deben y tal vez no quieran ser obviadas, sólo queda aceptar lo presumible.
Marijose.- Rutina en el tiempo de silencio.