Revista Diario

Homer y langley de e.l. doctorow

Publicado el 15 julio 2010 por Anabel
HOMER Y LANGLEY DE E.L. DOCTOROW
HOMER Y LANGLEY DE E.L. DOCTOROWEl 21 de marzo de 1947 la policía y bomberos de Nueva York entraron en la casa de los hermanos Collyer. No pudieron hacerlo por la puerta, ni por las ventanas, porque toneladas de objetos y periódicos lo impedían. Al final, penetraron por un agujero que había en el techo. Los vecinos llevaban varios días sin ver a Langley, el único de los hermanos que salía a la calle. Los policías no tardaron en encontrar a Homer, el hermano ciego y paralítico, había muerto de inanición, entre trampas, objetos y toneladas de periódicos. Sólo al cabo de dieciocho días encontraron a Langley. En realidad, estaba muy cerca de su hermano, iba a llevarle la comida cuando una pila de objetos le cayó encima sepultándolo y matándolo; las ratas estaban dando cuenta de él. Estos hermanos, descendientes de una aristocrática familia de Nueva York, llevaban encerrados en su caserón de cuatro plantas de la Quinta Avenida, muchos años, muchísimos años. Con formación universitaria ambos, a la muerte de su padres recibieron una cantidad de dinero tan importante que no necesitaron trabajar nunca. Durante su vida cumularon toneladas de periódicos y objetos de lo más variado: diez pianos de cola, coches, maquinas de rayos X, centenares de miles de periódicos, varios tocadiscos, decenas de miles de libros, miles y miles de discos. Se convirtieron en un exponente moderno, rico y extremo del conocido como Síndrome de Diógenes, que al parecer, también se conoce en otros ámbitos como "Síndrome de los hermanos Collyer". Partiendo de esta anécdota, el escritor E.L. Doctorow, ha publicado en España "Homer y Langley". Comienza de la siguiente forma "Soy Homer, el hermano ciego". Con esta expresión tan sobria, el autor nos introduce en la ceguera y consciencia de Homer de inmediato y nos invita a conocer su vida. Doctorow, humaniza a estos personajes, traspasa el aspecto friki y morboso que podría haber dominado cualquier texto sobre ellos y poco a poco nos va introduciendo en su mundo, en ese que les llevó a encerrarse un día en su casa, a cerrarse al mundo. El autor, manipula la realidad, cambia el orden en que nacieron los hermanos, hace que tengan una vida más larga y distinta de que llevaron, pero siempre escribe desde una lógica respetuosa con los personajes. Iremos viendo como esa casa se llena de objetos de la índole más diversa y se vacía de compañía humana. Los periódicos, los coches, los pianos, gramófonos, tocadiscos, las televisiones inventadas, los aparatos de radio, las planchas, la máquina de rayos X, los fetos y restos humanos conservados por su padre, irán tomando la casa, convirtiéndose en un personaje más, y explicando su presencia de tal modo que al final podemos encontrar una justificación a semejante conducta. La creatividad de Doctorow permitirá que los Collyer tengan como penúltima compañía la de unos hippies contestatarios y una escritora francesa. Otro elemento que los dignifica como personas es el amor los hermanos se profesan. Sólo la muerte podría separarlos. Es ese amor que percibimos en la conciencia de Homer, el que hace que acepte la la conducta obsesiva de Langley como algo cotidiano e imparable. E.L. Doctorow, trae bajo el brazo una historia digna de ser contada: la de Homer y Langley.

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