Siento un destino que tal vez ni siquiera quiero vivir, siento el peso de mis sueños sobre mi, la carga de todo lo que no podemos comprender, el delirio humano por entender todo lo que le rodea. Demasiados pensamientos, basta, adiós a la mente. Pero todo esto qué significa: estas palabras que me persiguen, estos escritos que me tatúan y dan rumbo a mi futuro incierto.
Antes solía creer que las letras eran el único espacio en el que la realidad no tenia lugar, pero me di cuenta que pensaba inocentemente. Estas palabras me definen, cuando las escucho se plasman en mi piel y me siguen a todos lados. Ninguna conversación es inocente, ningún escrito lo es, la literatura no fue una coincidencia. Las palabras marcan, registran, dan a conocer, transmiten y cambian el rumbo de la historia.
Pero hoy en día soy una simple escritora, una soñadora insolente, alguien que cree que puede vivir de las palabras, qué adorable. Si hablo de mundos mentales y sueños parece que estoy loca, cuando todos tenemos ese poder justo en la copa de nuestro cuerpo. Aquí solo importan los billetes verdes, parecería que nos olvidamos el resto, nuestra codicia nos deja ciegos. No somos el centro, la moneda es una ilusión y esta tierra no es propiedad privada, somos solo miseros huéspedes.
Fotografìa de Clarisse Meyer
No sé si creer en el karma, en la brujería o en las almas. Lo único que sé que la negación nunca ha sido un buen argumento, hay que aceptar los hechos e investigarlos, sea lo que sea que se encuentre. Los escritores vivimos de esto, de mundos posibles, mundos en los que alteramos ciertas variables y boom, miles de nuevas alternativas. Algunas que nos maravillan y otras que nos aterran hasta la médula.No comprendo cómo funcionan las letras, de dónde vienen, cómo es que llegamos a crear mundos alternos, mundos mentales tan exactos. Lo único que sé es que cuanto más escribo, más me doy cuenta que las letras poseen un poder raro e incognoscible, uno que aun no comprendo y me aterra. Soy un ciervo siguiendo las huellas de un cazador, pero no puedo dejar de hacerlo, siento que hay algo sagrado en todo ese rastro fugaz que dejamos en el mundo.
Fotografía de Riley Mccullough