Barcelona. Berlín. Dos ciudades muy distintas. Dos ciudades que pelean con la fama que se les atribuye. Dos ciudades que algunos se empeñan en comparar. Siempre sale ganando Berlin. Obvio. Que si los alquileres cuestan la mitad. Que si los turistas se notan la mitad. Que si el Ayuntamiento jode la mitad. No seré yo quien lo desmienta. Estuve en Berlin en mayo del año pasado y la verdad es que me sentí a gusto. Se respira libertad en Berlin. En Barcelona, en cambio, ni siquiera la conmemoración de los 100 años de la Setmana Trágica ha provocado ninguna reacción, más allá de la creación de una nueva ruta turística. Una ruta que muestra a los guiris, a las jubilados y a las amas de casa aburridas lo bien que se lo pasaron los barceloneses en 1909 cuando, de repente, decidieron salir a la calle y ponerse a quemar iglesias, conventos y colegios religiosos. ¿Por qué? Porque estaban hartos. Coincidiendo con el aniversario se han publicado unos cuantos libros que intentan dar explicaciones a la furia. Que si fue por los abusos de los empresarios, que si por la leva obligatoria para ir a Marruecos a matar moros, que si por las injusticias sociales. Lo que de verdad importa es que la gente estalló. Espontáneamente. Sin líderes claros. Fue un adelanto a lo que ahora llamamos Ciber-turbas. Eso fue en 1909. En el 2010, el balneario barcelonés sigue apagado. Ni una triste ermita ha sido chamuscada. En cambio, en Berlin, se han vuelto pirómanos. No quieren perder espacios de libertad. Les ha costado mucho conseguirlos. Ya padecieron hiperinflaciones, holocaustos y muros de la vergüenza. Ahora les amenaza el capitalismo funeral y algunos no quieren quedarse de brazos cruzados. La han tomado con los coches. Con los coches de lujo. Mercedes, principalmente. Porque les da la gana. Por aburrimiento quizás. Para protestar por el aburguesamiento de la ciudad. No quieren un parque temático. Incluso dan consejos para que no se instalen eco-pijos de nueva generación en sus barrios: no arreglen las ventanas rotas, pongan nombres extranjeros en los buzones, llenen los tejados de antenas parabólicas. Una web hace el recuento de los coches quemados y los sitúa en el mapa. En el 2008 fueron 135. El año pasado fueron 216. Para el 2010 aspiran a llegar a los 300. Nerón sonríe satisfecho...
"Una sociedad, cuyos miembros individuales siguen pautas que conforman un equilibrio, será una sociedad aburrida que genera el aburrimiento en sus miembros. Y esto es así porque en un equilibrio no hay sorpresas en los comportamientos individuales (ni en el mío ni en el de los demás) que han sido como son durante un largo periodo de tiempo debido a que nadie quiere desviarse unilateralmente de una situación que en cada caso es la mejor para él dado lo que hacen lo demás. Sin embargo sabemos muy bien que ese equilibrio de Nash puede ser subóptimo de forma que si todos se pusieran de acuerdo de forma coordinada en cambiar de pauta de conducta, la sociedad que estamos considerando podría alcanzar un equilibrio superior en el que todos mejorarían pero que no se llega a alcanzar porque nadie está dispuesto a dar el primer paso debido a que, si los demás no le siguen, quizá acabe peor de lo que está ahora a pesar del aburrimiento presente. Es tentador conjeturar que el aburrimiento sería ese estado del alma correspondiente a ese comportamiento individual de equilibrio, previsible por parte de todos respecto a todos y que, sin embargo, contiene el germen de una posible mejora."Juan Urrutia