Beatriz Benéitez. Santander
Últimamente he decidido inventarme los cuentos para las peques. O por lo menos parte. Es verdad que la vida está llena de trampas y de sombras, porque sin sombras no habría luces. Pero... también lo es que los niños tienen que ser lo más felices que puedan. Vivir y dormir tranquilos y disfrutar de esa seguridad que sólo tienes cuando eres niño y puedes vivir lejos de los miedos y las inseguridades. Ya tendrán tiempo.
Mi sobrina tiene miedo al zorro, y al lobo. Normal, si alguien la dice que se come a los niños que no se portan bien. Las peques aprenden a odiar a las madrastras de Blancanieves y Cenicienta ¿Por qué? También hay madrastras buenas, pero en los cuentos no aparecen.
He decidido que no quiero contarles que el lobo se tragó a los cabritillos, ni que Aurora, la bella durmiente, durmió cien años porque se pinchó con una aguja, ni que Blancanieves se comió una manzana envenenada. Ni tampoco que Cenicienta se quedó llorando fregona en mano porque no la dejaban ir al baile, por mucho que luego viniera el hada y convirtiera la calabaza en carroza. No quiero, quiero contarles cosas bonitas. Para lo demás... sobrará tiempo. Así que he decidido inventarme lo que no me gusta. Es lo bueno de los cuentos, pueden ser como tu quieras. Casi como la vida.