Cuando la energía del invierno se despliega silenciosamente en el hemisferio austral, coincide con el signo zodiacal de Cáncer y su impronta acuática. Cáncer, contenedor y receptor del principio matrístico universal, se asemeja al útero en tanto vasija receptora de todas las formas, en el que todo se aquieta y se nutre hasta que llegue el momento de emerger, cuando las circunstancias externas se tornen propicias.
En las culturas antiguas el solsticio de invierno era un hito fundamental, por cuanto el sol comenzaba a retacear su influencia benéfica y se sucedían largos meses en los que probablemente el hambre iba a llevarse algunas vidas. La ausencia del calor solar procuraba mitigarse con el más misterioso de los cuatro elementos: el fuego. Alrededor de las fogatas se reunían los miembros de las comunidades, contemplando la transformación de la materia densa en sutil a partir de la acción de las llamas.
La energía uterina del invierno implica la rueda de muerte y renacimiento porque contiene en sí el embrión que emergerá en primavera. Es tiempo de recogimiento y de reflexión, una magnífica posibilidad que se repite en cada ciclo anual para acoplarse a la naturaleza y entregarse a esa indefinible sensación de melancolía que el invierno trae consigo, junto con la luz restringida del día y la visión de los árboles desnudos a merced del viento.
En mi barrio las hojas han caído y el camino que oscilaba entre un tornasol de amarillos intensos y verdes rotundos aparece despojado de todo tinte y color; el mar, a pocas calles, es una masa profunda sin horizonte definido. Y una vez más la pluma de Borges coloca las palabras en su punto exacto, y todo lo demás carece de sentido: “…Pienso (ya lo he pensado) / que en este invierno están los antiguos inviernos / de quienes dejaron escrito / que el camino está prefijado / y que ya somos del Amor o del Fuego…”.
Preguntas de historia y filosofía
La dupla compuesta por Felipe Pigna y Darío Sztajnszrajber, historiador y filósofo, escritor y docente respectivamente, se constituyó una vez más en la ciudad para disertar acerca de temas universales como el amor y la muerte, la religión y el poder. Confieso que me sorprendió la afluencia de público habida cuenta que un sábado por la noche suele ser una velada dedicada a placeres menos profundos, pero el teatro desbordaba de gente ansiosa por escuchar la charla mano a mano que durante casi dos horas llevaron a cabo los descontracturados expositores.
Ambos distan bastante del estereotipo intelectual predominante en el imaginario: Pigna ha sabido interpelar la historia de una manera desenfadada y desmitificarla ante un público masivo; Darío Z, como suele identificárselo dado su impronunciable apellido, ha hecho hincapié en un modo de interpretar la filosofía descontracturado y contracultural, tanto desde la docencia universitaria como desde sus participaciones en radio. El resultado es el abordaje de conceptos teóricos con un lenguaje llano y claro que resulta ameno y coloquial, de ahí el éxito de la propuesta.
Si bien historia y filosofía son disciplinas independientes se encuentran intimamente entrelazadas, por cuanto historia es también historia del pensamiento y el pensamiento resulta origen y razón de ser de la filosofía. En el escenario la dupla se complementa a la perfección: mientras Pigna es sereno y moderado en la manera de transmitir el conocimiento, Darío Z es sarcástico, incisivo y locuaz. Con este ensamble peculiar, ambos han logrado interesar a personas no vinculadas con el ámbito académico tanto en el ejercicio del pensar como en la deconstrucción de conceptos establecidos como verdaderos.
La fotografía corresponde a la imagen publicitaria del evento.
Agua de kananga
Cuando Robert Murray lanzó en el año 1808 la colonia que se comercializó como Murray&Lanman Florida Water, lejos estaba de imaginar que la fragancia alimonada con toques de almizcle y canela iba a perdurar a lo largo de casi 220 años convirtiéndose en un clásico del tocador de hombres y mujeres, sobre todo en el curso del siglo XIX. El secreto de la fórmula fue celosamente guardado y, a la fecha, aún no se conocen de manera cabal sus componentes.
Con el tiempo la compañía fue lanzando otras fragancias, siempre con la composición de aguas perfumadas, que adquirieron carácter mítico y comenzaron a emplearse tanto para elevar la energía y repeler vibraciones densas como para perfumar ambientes y tonificar la piel después de un baño de inmersión. Actualmente se puede escoger entre varios aromas: ruda, patchuli, kananga, rosas, sándalo, canela… una pluralidad de elixires para todos los gustos, cuya distribución se limita a algunos comercios con características especiales.
El aceite esencial de ylang-ylang o cananga odorata es originario de un árbol que crece en Malasia, Indonesia y Filipinas, y constituye el componente principal de una colonia tradicional de la marca: el Agua de kananga. La fragancia es intensa y cremosa y recuerda vagamente al nerolí, la botella es generosa y se puede conseguir a un precio irrisorio. La mía fue adquirida en Padma y la he empleado como aura de protección, antes de acostarme para relajar el alma y a diario como colonia, dejando una estela indefinible a cada paso.