Revista Ilustración

IX. ELLOS. Ana piensa…

Publicado el 04 diciembre 2015 por Lasuelta

Le pica la tripa, se la rasca todo el tiempo. Se le han hinchado los pechos. Tiene una sensibilidad extrema. Le encantan los donuts de chocolate, cuando nunca los había comido. Duerme como un lirón a horas sospechosas. Está más cachonda de lo habitual. Ríe a carcajadas hasta el infinito por una simple y tonta broma, con una risa arrebatadora y dulce. Llora por una respuesta airosa y se ilusiona hasta la lágrima por una simple ilusión, el más fugaz pensamiento.

Todo le parece maravilloso. Está embarazada.

A veces siente miedo. Pero sabe que Javi está allí para ayudarla.

Hasta un punto no sabe si juega con sus sentimientos. No sabe si es su mente la que juega con ella misma. Ella misma es dos Anas. La que le dice "la vida no es así." Y la que le engaña y le hace creer que todo es maravilloso. Que todo irá bien.

No sabe en qué punto del camino se equivocó, giró y tropezó. Pero ahora está allí y hay que tirar para adelante. Todo lo demás son puras reflexiones, dudas e hipótesis que le llevan a ninguna parte.

¿De qué sirve pensar "¿qué hubiera pasado aquella noche si no hubiera hecho lo que hizo. Si hubiera tomado medidas."?

Qué hubiera pasado si... es vacío. Inútil. Inservible. No sirve de nada. No le lleva a ningún lugar. Más que a un pasado irreal que no puede cambiar el presente.

Su futuro es incierto. Pero su pasado es nítido. Real y presente. Sus sentimientos serán exagerados o mayorizados. Pero son.

El pasado es inamovible. Y debía ser dueña de su recorrido. De sus pasos y consecuente con sus decisiones. Y había decidido tomar aquel camino.

Pasara lo que pasase. Hubiera quien hubiese.

Su vida era suya. Eso estaba claro. Sus vivencias eran suyas. Y sus fallos también serían suyos. Debía de asumir sus caídas porque serían fruto de sus lecciones.

De qué servía la vida si no la vivía. Si se quedaba en el bordillo para no sufrir. Si algo la hería era porque había vivido tan intensamente que no la había dejado indiferente.

Y ahora había decidido tener a aquella criatura. Aquel bebe que se abría paso a golpe de intensos latidos. Con sus primeras pataditas en forma de burbujitas que subían desde el bajovientre. Apenas apreciables hasta última hora del día cuando yacía cansada en el sofá, sola o acompañada de Javi a ratitos.

Y entonces le venía Javi al pensamiento y se le hacía un nudo en el estómago. En el estómago por el deseo de abrazarle. Impulso incuestionable. Causa dudosa.

Le inspiraba ternura. Le hacía pensar. No la agobiaba. La cuidaba. Y la protegía. Pero ¿por qué nunca le había tenido en cuenta? ¿Por qué nunca le deseó? Y por qué ahora sí.

Había una respuesta que le rondaba en su otra Ana, perversa, cruel y fría. La que miraba todo desde la lectura de la desconfianza. Le chivaba la respuesta en forma de susurro. Y a la Ana presente, a la cálida, romántica y sensiblona, como no le gustaba directamente la apartaba de su mente para no tomar medidas al respecto.

Y la Ana fría volvía a hablar: "le necesitas, te estás aprovechando de su bondad, le estás utilizando, no le quieres, simplemente tienes una necesidad. Un hueco. Una carencia. Y él te la suple, rellena y soluciona. Tú no estás enamorada de él. Y lo sabes."

Ana ignoraba ese pensamiento. Y en un intento de respuesta se preguntaba: "¿y por qué le deseo con tantas fuerzas?"

Y Ana fría respondía: "porque es prohibido"

ELLOS, VOSOTROS, NOSOTROS.

La Suelta.


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