Con una denominación derivada del término jade, la jadeíta fue diferenciada de la nefrita recién a partir del siglo XIX; hasta entonces, ambas eran conocidas como jade. Los yacimientos de mayor calidad se encuentran en Myanmar y en Guatemala; en este último los pueblos originarios obtenían el material para tallar sus máscaras ceremoniales, para muestra, la célebre pieza de Tikal.
El mismísimo Confucio aconsejaba el empleo de la piedra para potenciar los valores de modestia, sabiduría y justicia debido al potencial energético que encierra en sí misma. Los egipcios la empleaban como medio de interpretación de sueños y mayas y aztecas tallaban armas y objetos ceremoniales en colores que oscilan entre blanco, negro, malva, amarillo y verde según los minerales que se encuentren en su composición, siendo este último el más admirado por sus filamentos y por las propiedades curativas que se le han atribuído a través de los siglos.
En la cosmogonía maya los dioses otorgaron una misión a cada ser humano, animal y mineral que se encuentra en la Tierra. Al finalizar la tarea y pese a su condición divina, se dieron cuenta que habían olvidado crear una criatura que llevara buenos deseos y pensamientos de un ser humano a otro y procuraron remediar el error, pero se habían agotado el barro y el maíz, materias primas de la creación. Entonces tomaron una piedra de jadeíta y tallaron una flecha de mínimo tamaño que al soplarla cobró vida: el x ts´unu´um o colibrí reflejó todos los colores al desplegar sus alas.
Cuando la vanidad de los hombres los impulsó a atrapar al colibrí para adornarse con sus colores, los dioses lanzaron una severa advertencia y prometieron castigos ejemplares a quienes osaran privar del libertad al pequeño pájaro, porque la misión encomendada al ave era sagrada. Desde entonces la presencia del colibrí en el jardín o en los árboles de un hogar implica que alguien envía buenos deseos y piensa con afecto en sus habitantes.
La jadeíta fotografiada por Juan fue traída como obsequio generoso de otras tierras por Marcela.
Suntuoso aquelarre
El 20 de julio no es un día más para quienes profesamos el culto del afecto, sino una fecha para celebrar y honrar el vínculo por elección que se cimenta en una de las más nobles de las relaciones humanas: la comunidad de almas que implica la amistad. Qué mejor festejo entonces que un aquelarre, esa reunión íntima y vedada al ojo profano en la que desnudamos el ser profundo frente a nuestras compañeras de ruta.
En esta oportunidad nos reunimos alrededor de la mesa de Marcela provistas de obsequios, Oráculos y una botella de buen vino donada por Juan al efecto, para departir en torno a los manjares que con inmenso cariño preparó la dueña de casa. Fue una extensa reunión que comenzó en horario europeo y se extendió horas después de la medianoche, lapso de tiempo en el que transitan las hechiceras.
Suntuoso es un adjetivo calificativo que recuerda algo magnífico o espléndido, cuya etimología remite al latín sumptuosus que significa “abundante en”. Suntuoso fue nuestro aquelarre no sólo en prolíficos regalos y manjares a degustar, sino en la abundancia de afecto y alegría ante las horas de confidencias y compañía mutua. Suntuoso es nuestro camino por habernos encontrado y recorrer juntas los tramos livianos y complejos de nuestras historias personales.
A veces los lugares comerciales transmutan en sitios de culto por obra y gracia de la atención, la originalidad y el diseño, y concitan la atención de los clientes por algo más que el mero hecho de comprar. Un allure diferente, una atmósfera distintiva atrae hacia el interior de tiendas pequeñas o monumentales concebidas como un mundo de fantasía, donde el buen gusto es la piedra fundamental.
Anthropologie impactó de lleno en mis ojos asombrados cuando nos sumergimos en Chelsea Market mientras paseábamos sin rumbo por Nueva York. Cada detalle de cada rincón de la tienda invitaba a detenerse, admirar y ponderar; entre la originalidad de los diseños de indumentaria y la profusión de objetos bellos para el hogar se encontraban múltiples líneas de perfumería y cosmética que impregnaban el aire con sus fragancias.
Good Soap es la marca de jabones elaborados con elementos naturales, ultrahidratantes y enriquecidos con extractos de plantas. Almond Milk es una de las variedades, tan reconfortante al derretirse sobre la piel que remonta a los baños de leche de la última reina de Egipto.