Japón. Justo Japón.

Amaneció y llovía.

Tengo la sensación muy leve de que los viernes y la lluvia no se llevan bien. Y hablo de una incompatibilidad acuosa, aceitosa.

Salgo a la calle. Veo gente arrugando la cara, suponiendo que se moja menos, que corre en busca de un mini refugio, sospechando también que mientras lo hace, se moja menos.

Y la verdad es que uno no se moja menos.

Es una pena, pero es verdad.

Me topo con la idea de tomarme el ómnibus que más me acerque y menos me humedezca, en el camino hacia el trabajo.

Reemplazo al subte.

Si. Reemplazo al subte y me regalo mirar por la ventana.

Subo. Me siento. Ventana siempre. A la altura de la rueda siempre.

Me gusta el asiento ubicado a esa altura. Se eleva apenas por sobre los demás y me agrada. No hay otra causa.

Saco a J. Salinger del bolso.

Ella me lo prestó. Yo se lo regalé.

Inmediatamente comienzo a sentir algo raro en el cuerpo.

El viaje acompañado de historias leídas suele ser más corto, pero me pregunto que tanto me conviene leer dirigiéndome al trabajo cuando en realidad no quiero llegar tan rápido. En fin…

Dejo el libro apoyado en mis piernas, no lo guardo y me dedico la maravillosa sensación de mirar pequeñas películas que suceden a través de la ventana. Porque son eso, pequeñas películas.

Pasan las cuadras.

Muchas.

Grises, pero que no me afectan mal. Incluso arriesgo a decir que las disfruto.

El 168 toma Av. Córdoba y reconozco esa rara sensación corporal que me invadió apenas subía y elegía mi asiento.

Estoy a segundos, metros, y algunos recuerdos de pasar por la puerta de su casa.

¿Como no lo pensé antes? Me lo reprocho un poco.

Todavía no volvió de su viaje y la extraño.

Su hermano vive en Japón.

Mirá que hay lugares para vivir. Pero no, Japón.

Me enojo un poco con una decisión que no fue mía, que no se a que responde y que me interesa sólo en forma de anécdota. Aparte no va a ponerse a pensar en un futuro novio de su hermana, al decidir buscar futuro en lugares con futuro.

Yo lo pensaría si tuviese una hermana. En serio. Que se yo… me voy a Mar Del Sur.

470 km. Océano, vientito, tranquilidad, nada de edificios, nada de semáforos, nada de nada. De paso si mi hermana tiene novio, que no lo pase tan mal extrañándolo.

O que venga con él y lo conozco. Que tanto…

No tiene idea lo que la extraño.

No terminó de irse y la extraño.

En definitiva uno está mucho tiempo esperando este tipo de historias, y cuando las vive…

Amo estar extrañándola.
Finalmente, el colectivo pasa frente a su puerta.

Y sigo.